Capítulo XXI

1K 62 42
                                    




"Sea lo que sea de lo que estén hechas las almas, la tuya y la mía son las mismas".

Emily Bronte




Amber caminaba por el amplio pasillo, había sido un largo día de trabajo, en lo único que pensaba era en echarse en la cama y dormir por horas. Trabajar en el hospital y dar clases era agotador, si no fuera porque amaba su oficio, lo consideraría una penitencia. Detuvo el paso cuando vió a Terrence apoyado en la pared, el moreno apenas y lograba mantenerse de pie, lucía abandonado y refunfuñaba como un completo lunático. Amber lo miró negando con la cabeza y se acercó, Terry advirtió su presencia y la miró. Cuando Amber vió aquella mirada lúgubre sintió pena, el rostro del hombre era un poema triste, el mar de sus ojos parecía haberse desbordado como lo hace la marea cuando sobrepasa la costa.

—Hola, Amber. —habló Terry arrastrando las palabras.

—¿Por qué has debido tanto esta noche? —preguntó mirándolo perpleja.

Terrence rió—. Si me miras con tanta lástima harás que me sienta peor. —se llevó las manos a los bolsillos y apoyó la parte posterior de la cabeza en la pared.

Amber recordó la noticia de la reconciliación de Will y Candy, se sintió avergonzada, ella estaba enterada de los sentimientos de Terry hacia Candy, seguramente la estaba pasando muy mal, y ella lo entendía, ya había pasado por ese calvario años atrás cuando terminó con William, ahora le alegraba la noticia, pero en su momento fue doloroso—. Si no quieres dar lástima entonces no hagas cosas que la provoquen. —dijo mientras pedía el ascensor—. Y no deberías emborracharte así, no sabes el mal que le haces a tus riñones. —el ascensor llegó al piso y ella ingresó— ¿No piensas entrar? —preguntó al ver que él no se inmutaba.

Terry dió algunos pasos torpes, peró su inestable equilibrio lo hizo caer al suelo.

Amber dejó salir un grito de preocupación y lo socorrió, lo arrastró hasta el elevador, el hombre pesaba una barbaridad—. Sólo a mí me pasan estas cosas. —musitó quejándose, ahora tenía que arrastrar a ese borracho hasta su apartamento. Llegaron y Amber le pidió a Terrence que abriera la puerta, el ojiazul lo intentó pero su torpe motricidad se lo impidió, ella le arrebató las llaves y abrió. Entraron, Terry iba apoyado en el hombro de Amber, la mujer sentía que le dolería la espalda durante una semana. Cuando llegaron a la habitación, Amber dejó caer a Terrence sobre la cama como si se tratase de un bulto, dió un suspiro de alivio cuando se deshizo del peso—. ¡Dios! este tipo tiene el cuerpo hecho de acero. —lo observó, el moreno parecía haber sucumbido ante el sueño y la borrachera—. Escucha, Terry, olvídate de todo y sigue adelante, ese es el único consejo que puedo darte. —el silencio fue su única respuesta. Paseó la mirada por la habitación, todo era elegante y sencillo a las vez, enfocó unos portarretratos que estaban en la mesita de noche, tomó entre sus manos uno en el que aparecían Terrence junto a Candy—. Creo que deberías deshacerte de esto—. Hizo una mueca de pena, miró las demás fotografías, una llamó su atención, la tomó y detalló, lo que vió la dejó estupefacta, miró a Terrence y luego regresó la mirada a la foto—. ¿Cómo puede ser posible? —preguntó en un susurró.


❁❁❁❁

Estudio arte de Candy.

La rubia daba pinceladas sobre un gran lienzo, estaba sumergida en su labor, fruncía el ceño debido a la concentración, su seria expresión era contrastada con sonrisas esporádicas. Tenía puesto un vestido de algodón con estampado de flores, pronto llegaría el verano y el clima comenzaba a volverse mucho más cálido. Unos ojos azul cielo la observaban a cierta distancia, William estaba sentado en un sillón leyendo un libro, o por lo menos eso simulaba hacer, porque su atención estaba puesta en la hermosa imagen de Candy pintado cerca de la ventana, la luz del día resplandecía alrededor de ella como si un aura celestial la rodera, era una belleza, una fotografía mental digna de ser atesorada en el alma.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora