DESTINADO A TU AMOR

Capítulo XXII

Cuando por fin se encuentran dos almas, que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío, cuando advierten que son parejas, que se comprenden y corresponden, en una palabra, que son semejantes, surge entonces para siempre una unión vehemente y pura como ellas mismas, una unión que comienza en la tierra y perdura en el cielo.

Cuando por fin se encuentran dos almas (Victor Hugo)

Llegaron al pueblo dos horas después. Candy observaba cada detalle desde la ventana del auto, era un pueblito pequeño pero encantador. Quedaba en lo alto de una colina, desde donde se podía ver la enorme llanura enriquecida con la frondosa vegetación, algunos arboles daban pequeños parches de color al inmenso verde, gracias a la floración llena de vida y colores. El río atravesaba el paisaje y sus aguas llenaban de vida a la biota terrestre, los trabajadores del campo subían la colina con sacos y carretas abastecidos de todo tipo de alimentos que recogían en las cosechas. Todos parecían estar inmersos en su labor, viviendo su día a día con una sonrisa en los labios. William conducía concentrado, tratando de encontrarle sentido al camino, después de todo aquello era una travesía, no sabían qué tierras pisaban, el lugar era completamente desconocido para ellos. Transitaron por calles estrechas hechas de piedra, las casas eran hermosas, con techos de madera y balcones, desde donde colgaban helechos y flores de colores brillantes. Minutos después el camino dejó de ser angosto, dando paso a una enorme plaza. En la mitad se erguía la iglesia, una edificación en piedra gris con arquitectura barroca, rodeada de pequeños establecimientos comerciales y zonas verdes para el esparcimiento y la recreación. William se detuvo frente a la iglesia, bajo del auto y luego abrió caballerosamente la puerta del asiento de Candy, la rubia descendió regalándole una sonrisa. Ambos miraron la fachada de la edificación durante unos segundos, luego se miraron entre ellos y con el lenguaje de las miradas se animaron mutuamente a continuar con el propósito que los llevó hasta ahí. Se tomaron de la mano y subieron la larga hilera de escaleras, ambos mostraron respeto antes de entrar al templo e ingresaron. El lugar estaba casi vacío, solo habían unas cuántas personas haciendo sus oraciones cerca del altar. Fueron atendidos por un joven diácono, quien les saludó amablemente y les ofreció su ayuda. El muchacho supuso que eran turistas, sus caras no le resultaron familiares. Era un pueblo pequeño y podía distinguir a casi toda la comunidad. William le explicó que venían desde Chicago y que sólo estaban de visita en Woodstock. También, le hizo saber que estaban ahí con el objetivo de encontrar un sacerdote que pudiera consagrarlos en matrimonio. No era necesario irse por la ramas, entre más rápido se hicieran las cosas, mejor. El diácono les informó que tenían muchos matrimonios por oficiar y sólo tenían fechas disponibles hasta el otoño. William sonrió exasperado. Candy le acarició el brazo dándole a entender que tuviera paciencia, entonces el hombre procedió a aclarar que lo que ellos buscaban era casarse ese mismo día. El joven rió ante aquellas palabras, para el clérigo aquello era inusual, sobre todo en tiempos actuales, donde las jóvenes parejas no les importaba tener la bendición de Dios antes de tener relaciones sexuales. Miró a los rubios y se sonrojó, evidentemente cuando un hombre y una mujer tienen tanta prisa por casarse es porque se están quemando, o por lo menos el noventa por ciento de los casos está ligado a eso.

—El padre Benjamín me dijo una vez, que cuando era más joven todas las semanas llegaban parejas esperando que los casara en secreto, pero que actualmente eso es un fenómeno porque la gente ya no tiene temor de Dios. —comentó el joven—. Sin duda alguna ustedes son una excepción en la sociedad actual, y es por eso que trataré ayudarles, después de todo el apóstol Pablo dijo que es mejor casarse que quemarse. —añadió levantando el pulgar.