Capítulo XIV

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Siempre buscas la forma de hacerme arder de una u otra manera.




William estaba que no cabía en sí mismo, jamás esperó recibir una llamada de Candy. Se puso tan nervioso que perdió el habla.

—Disculpe, ¿es este el número de contacto de Albert Kidman? —preguntó la rubia al otro lado del teléfono.

William seguía mudo, pero no sordo porque pudo escuchar la pregunta. Esto lo llevó a entrar en contexto. ¡Claro!, Candy lo llamó pensando que era otra persona. Él dió su número de contacto cuando cerró el negocio de compra del cuadro y se identificó con el nombre de Albert Kidman para evitar que Candy se enojara por haber sido él quien adquiriera ese cuadro tan especial.

—¿Bueno?, ¿me escucha? —preguntó Candy al no obtener nada más que silencio.

—Ejem. —Will se aclaró la garganta—. Sí, así es, soy Albert Kidman. —respondió cambiando un poco el tono de voz—. Me temo que no puedo hablar en estos momentos ya que estoy ocupado, me comunicaré con usted por mensaje de texto más tarde. —Colgó con manos temblorosas. Se sentía como un adolesente que no era capaz de mantener una conversación con la chica que le gusta.

Del otro lado de la línea Candy quedó algo extrañada, la voz de ese hombre le resultó familiar, además, su nombre le recordó a William, ese era el segundo nombre de su exmarido. Sin embargo no le dió mucha importancia y se terminó de arreglar para ir a cenar con Terrence. Cuando terminó, bajó al restaurante del hotel y el moreno ya la esperaba en una de las mesas.

—¿Esperaste mucho? —preguntó la rubia al acercarse.

—No, llegué hace poco. —Terry se levantó del asiento y le ofreció una silla Candy—. Felicidades, tu exposición ha sido un éxito aquí en San Diego.

—Gracias, creo que he aprendido del mejor.

—Todo lo has logrado gracias a tu esfuerzo, yo solo te he dado mi apoyo.

—Y no sabes lo importante que ha sido eso para mi, gracias Terry. —sonrió sincera—. Desde que te conocí has sido como alguien enviado del cielo, no estaría viviendo todo esto si no fuera por tí.

—Soy yo quien agradezco tu presencia en mi vida, fuiste tu quien trajo luz a mis sombras. —le regaló una amplia sonrisa.

Cuando llegaron los platillos se dispusieron a cenar y a platicar con la fluidez y naturalidad propia de sus conversaciones. A unos cuantos metros William los observaba, había llegado al lugar hace un par de minutos, después de recibir la llamada de Candy se inquietó tanto que sentía que las paredes de la habitación se cerraban alrededor de él y lo aplastarían en cualquier momento. Descartó la idea de pedir servicio a la habitación y decidió bajar a tomar un poco de aire y pensar en cómo procedería con Candy. Sin embargo, nunca esperó encontrarse con tal escena. A William se le hizo un hueco en el pecho al ver reír a Candy de esa manera y que no fuese con él, y el dolor era aún más pesado por el hecho de saber que él lo único que hizo fue hacerla llorar. Se sentó en la barra y pidió un martini. Observó todo tratando de mantenerse oculto, miró cada movimiento y leía los labios de ella, se sentía un completo acosador obsesivo pero era algo que no podía evitar, cuando se trataba de Candy él perdía todo atisbo de raciocinio. Tomó un sorbo del licor y casi lo escupe en el acto cuando vió como Terry se acercó a la rubia y le limpió un pequeño rastro de salsa en la comisura de sus labios. Candy solo sonrió como respuesta y sus mejillas se tornaron un poco coloradas —¿Sonrojada?, ¿estás sonrojada? —espetó llamando la atención de las demás personas sentadas en la barra, tomó de un solo sorbo todo lo que quedaba del martini y pidió otro más. La sangre le comenzó a hervir tanto que le quemaba la carne —Siempre buscas la forma de hacerme arder de una u otra manera. —pensó mirándola fijamente desde la distancia mientras tomaba un trago. Tomó su teléfono y le envió un texto. 

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora