Capítulo IV

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Lo que no sucede en años puede suceder en meses, incluso semanas. 

 

Candy notó el cambio en la expresión de su madre, era como si hubiese descubierto algo. Se empezó a sentir más ansiosa que antes y su corazón estaba descontrolado. –Mamá llegaré tarde al trabajo por favor vámonos.

– ¿Candy, es él verdad? –dijo la rubia mujer mirando fijamente a su hija.

– ¿Quién mamá?

– Sabes a quien me refiero, ese hombre que conoces y que no tuviste el coraje de presentarme. Es William Andrew, el padre de tu hijo, por eso no has dejado ese comportamiento tan extraño desde que lo viste ¿qué es lo que prendes Candy? ¿qué tantas vueltas le darás a este asunto?. Por lo que puedo notar, ese hombre no parece estar enterado de nada, no creo que sea tan cínico como para estar tan tranquilo; quiero que me digas la verdad ahora mismo ¿no has hablado con él?

– Candy dió un profundo suspiro. –lo siento mamá, yo no quería que te enteraras así- Temía que le reclamaras algo aquí en este lugar. Él aún no lo sabe, pero pronto lo sabrá. Quedé de reunirme con él esta tarde.

– Hija ¿quién crees que soy? jamás haría un escándalo en un lugar como este y menos sobre un tema tan delicado, lo menos que quiero es darle a la gente motivos para inventar chismes.

– Perdoname mamá, es que toda esta situación me rebaza.

– Tranquilízate porque si sigues así le harás daño al bebé. –comentó mientras le daba un abrazo a su ansiosa hija. –confiaré en que hablarás con él hoy.

Como se esperaba, al llegar la tarde William y Candy se reunieron en el lugar indicado. El rubio llegó primero y minutos después apareció la pecosa. Al verla llegar se levantó de su asiento y como todo un caballero, la invitó a sentarse ofreciendole una de la sillas.

– Lamento llegar un poco tarde. Vine directamente del trabajo y queda bastante retirado. –Se disculpó ella.

– No te preocupes, no tenía mucho tiempo esperando. –comentó comprensivo. –¿Deseas pedir algo?

– Creo que un americano de vainilla estaría bien, gracias.

– ¿Segura que no deseas nada más?

– Si, es suficiente para mi. –el creciente apetito de ella de repente se esfumó, siempre se sentía nerviosa frente aquel hombre.

– Bien, entonces haré la orden. –llamó a uno de los meseros y pidió el americano y un capuchino para él, volvió su mirada a la rubia y añadió: –Candice, puedes hablar primero, escucharé lo que tienes para decirme.

– Ehhh... bueno la verdad es que no sé por dónde empezar. –jugaba con sus propias manos entrelazándolas entre sí.

– Tranquila. Siéntete libre de decir lo que quieras, como si estuvieras en tu casa.

– Bueno, como sabrás he intentado seguir con mi vida a pesar de lo sucedido en Grecia, pero nunca pensé que llegaría a suceder algo tan inesperado. Estos últimos días no es que haya estado enferma, es solo que... que yo...

– ¿Sí? –preguntó él expectante.

– Yo estoy...

– Sólo dilo ya por favor.

– Estoy embarazada.

– ¡¿Qué?! –la expresión de él cambió por completo, esperaba escuchar cualquier cosa menos eso.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora