Capítulo XI (Parte II)

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Las despedidas son tristes, dañan el corazón.




Luego de tres días William despertó, el doctor Grey lo revisó y le realizaron varios análisis. Afortunadamente los resultados fueron favorables. Sin embargo, algo que alarmó a todos fue pequeños lapsos de amnesia que presentó el rubio. En el último chequeo de rutina que tuvo antes de ser dado de alta el médico le hizo varias preguntas y notó que William no pudo dar respuesta a algunas cosas, sobre todo lo relacionado con los eventos ocurridos la última semana. Debido a lo anterior el médico recomendó que no intentaran inducir sus recuerdos ni presionarlo a recordar ya que esto podría tener efectos adversos. El patriarca de los Andrew regresó a casa y tuvo que tomar un descanso durante unos días más para luego regresar al trabajo. La situación de la empresa mejoró. Con la ayuda de Anthony y George se pudo dar solución al problema y lograron rescatar la información robada gracias a que un experto en ciberseguridad logró descifrar la clave de acceso. Además, se reforzaron las medidas de seguridad en los sistemas informáticos para evitar que la situación se volviera a repetir en el futuro.

William despertó de una siesta, los analgésicos para la jaqueca y los relajantes musculares le producían somnolencia durante el día. Abrió y cerró los ojos tratando de adaptarse a la luz. Cuando todo estuvo más claro vio a Candy de espaldas en el sofá. La rubia parecía estar concentrada en algo mientras tarareaba una canción "La la la... otra vez vas a bailar y serás feliz como flores que florecen la la la..." se escuchaba la dulce voz por toda la habitación. Él solo escuchaba y miraba, veía cómo los rizos dorados resplandecían al ser tocados por un rayo de sol que se colaba por la ventana. Esa imagen se quedó enterrada en su corazón. Su esposa. Cómo la amaba. Candy lo hacía sentir profundamente amado, lo hacía pensar en lo bendecido que era al tenerla. Él nunca había sido un hombre religioso, pero desde que conoció a Candy comenzó a pensar que la gracia del Señor de lo alto había sido revelada en su vida. Su esposa era una criatura que llevaba el cielo en el alma. —Dios, ella es tuya antes que mía, no quiero herirla, merece vivir feliz y ser amada hasta que tenga arrugas y tú la llames contigo después de haber vivido una vida larga y feliz" —dijo en un pensamiento. Después de todo lo sucedido William comenzaba a pensar que tal vez su destino sería morir joven como sus antepasados. Si eso ocurría le causaría un gran dolor a Candy. Y si él podía evitar que ella sufriera lo haría costara lo que costara.

—A mi madre le gustaba mucho. —habló William cuando se acercó a Candy.

—¡William! ¿Cómo te sientes? ¿estás bien? —dijo Candy dejando a un lado las medias que estaba tejiendo.

—Estoy bien. —sonrió— ¿A ti también te gusta?

Lo miró confundida.

—La canción que estabas cantando. —Aclaró él.

—¡Ah sí! Me gusta mucho. —respondió ella sonrojada, no sabía que él la había estado escuchando.

—Te queda muy bien esa canción. —tomó en sus manos uno de los rizos de ella—. Eres chiquitita y estás llena de alegría.

Candy lo miró. Su esposo estaba diferente. Desde que salió del hospital lo veía más pensativo, parecía como si una tristeza hubiera secuestrado la pasión y la ternura de sus ojos. —William ¿tienes algo que contarme? —lo tomó de las mano acercándose más a él.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora