Capítulo XIII

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"Cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor, estamos condenando el futuro sin conocerlo" 

Francisco de Quevedo. 




Tres años después.

El tiempo pasa y deja sitios olvidados, recuerdos inmortalizados y corazones incinerados que en su tiempo ardieron por lo que amaban. Pero la esperanza de un nuevo comienzo nos permite sanar, nos permite estar seguros en el derecho de ser felices a pesar de las heridas, a pesar de todo aquello que nos quebró y nos dejó agonizando en el frío suelo del desengaño. Justo aquí y ahora será un nuevo comienzo para Candice White. Tres largas primaveras pasaron en un abrir y cerrar de ojos y nuestra querida rubia floreció a pesar del dolor del proceso. Candy regresó a tierras americanas después de terminar su maestría y graduarse con honores en una de las mejores escuelas de arte en París. Se enamoró tanto de París que en algún momento pensó en instalarse definitivamente en la ciudad del amor pero algo siempre la hacía regresar al continente que la vió nacer. Extrañaba a su familia, sus lugares favoritos, aquellos que la hacían sentir ella, como el orfanato, su habitación y el parque estatal Duke Lake, donde contempló mil y un atardeceres. Su corazón deseaba volver al hogar.

La rubia aterrizó en Chicago durante el invierno. Varios eventos la trajeron hasta hasta la ciudad de los vientos, el más obvio, noche buena, de las tres últimas navidades solo pudo pasar una junto a su familia. Otra razón, la boda de una de sus hermanas, noticia que la tenía aún sorprendida. Y por último y no menos importante, su primera exposición de arte. Candy se hizo de un nombre en el mundo de la pintura, mientras estuvo en París pintó decenas de cuadros que la fueron catapultando como una artista prometedora, encontró su propio estilo y fue alagada por grandes pintores del continente europeo. Su fama se extendió más allá del charco y regresó a su tierra siendo un orgullo para su país.

—¡Feliz navidad! —Se decían entre sí, cuatro hermosas mujeres frente a la chimenea.

—Me alegra tanto estar nuevamente en casa. —dijo Candy uniéndose en un abrazo con su madre y hermanas.

—Y a nosotras nos alegra tenerte aquí. —dijo Patty dandole un beso en la mejilla.

—¿Y qué hay de mi? —preguntó Annie haciendo un puchero.

—También a tí. —Patty abrazó a la pelinegra—. Pero tu vienes más seguido que Candy, has estado todas las navidades.

—Es cierto, tienes razón. —reconoció la mayor de las White—. Me alegra tanto ver este rostro pecoso después de tanto tiempo. —se acercó a Candy y la abrazó.

—No exageren, nos vimos por videollamada. —comentó Candy.

—¡No es lo mismo! —vociferáron al unísono las hermanas.

Madeline solo las miraba y sonreía. Estar juntas nuevamente era algo que le llenaba el corazón. Sus tres retoños. Esas niñas que por siempre necesitarán el calor de un hogar sin importar qué tanto hayan crecido.

—¿Qué les parece si abrimos los regalos? —Sugirió la madre.

—Estoy de acuerdo. —dijo Annie—. Archie vendrá por mí más tarde, le prometí que compartiría un rato con su familia en... —miró a Candy con previsión—. Lakewood— terminó por decir.

Cuando la rubia escuchó el nombre de aquella propiedad los cimientos de su pasado se removieron, los recuerdos llegaron de golpe, todos juntos, fue como una ola arrastrándola. Lakewood estaría para siempre en su corazón. Sonrió y trató de disimular, ella sabía que ese día llegaría, el día en el que tenía que enfrentarse con su pasado. Lo supo desde el momento en el que Annie le contó que se casaría con Archie. Al principio la pelinegra se sentía muy incómoda con todo, pero Candy le hizo saber que no debía, que lo sucedido entre ella y William Andrew era sólo asunto de ellos, que no tenía porqué dejar ir al hombre que amaba solo por evitar reunir nuevamente a las familias. Después de perder a su bebé ella sentía que ya nada la uniría a aquel hombre, pero ahora nuevamente el destino encontraba la forma de hacerlo. Qué cruel era el destino. Ella trató de borrar el recuerdo de aquellos ojos azules, pero él seguía vivo dentro de ella. El amor que sentía por él no hacía más que aumentar en intensidad. A veces quería odiarlo pero cuando lo hacía al minuto siguiente lo amaba un poco más. Porque la realidad era que ese hombre la marcó, le enseño amar de la manera que ella no conocía. Él era su primer amor, y quizás su eterno amor.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora