Capítulo 13

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María lloró toda la noche, sin saber si había hecho lo correcto. Una parte de ella quería recibir ese primer beso, pero tenía miedo de terminar con el corazón aún más roto si se dejaba seducir por Gregory y sus intenciones no fueran las más honorables. En ningún momento él le había hablado de amor, ¿cómo aceptar entonces aquel beso por más que lo ansiara? Cuando amaneció, llegó al convencimiento de que había sido sensata al negarse. Incluso, si el sentir de Gregory fuera verdadero, él tendría tiempo de mostrarle la constancia de su afecto. Por otra parte, tal vez aquel rechazo le hiciera comprender la gran torpeza que había cometido, sepultando para siempre aquella atracción que quizás jamás debió haber nacido.

Se hallaba sola, desayunando en la suite, cuando recibió un recado de parte de un mayordomo del hotel. Al parecer, lord Hay estaba de visita y quería hablar con su hermano. María imaginaba que Gregory aún estuviera durmiendo, pero no dudó en permitir que lord Hay subiera. Unos minutos después, el mayor de los Hay hacía su entrada con la mejor de sus sonrisas.

―¡Buenos días! ―exclamó―. Me place mucho poder saludarte, María.

―Me alegra verle, lord Hay. ¿Cómo está Anne y el resto de la familia?

―Muy bien, gracias a Dios. Llegamos ayer y los he dejado en casa. He rentado una hermosa propiedad en el Bosque de Bolonia por una larga temporada. No sé si sabes que Anne cantará en la Ópera, y estamos entusiasmados de pasar estos meses en París.

―Enhorabuena. Estoy segura de que disfrutarán su estancia. Su hermano me comentó que también vendría la duquesa.

―¡Así es! Lady Lucille nos ha acompañado y le ha dado el visto bueno a la casa. Luego de la maternidad de Anne, es difícil que se aleje de ella y de los niños. Por cierto, la casa es muy amplia y está situada en una zona magnífica. Vine hasta acá para invitarte a mudar con nosotros. Prudence tardará unos pocos días en llegar y juzgó oportuno que te establecieras con nosotros.

Había llegado el momento de despedirse. María se sintió súbitamente triste, aunque se preguntó si aquella amable invitación también incluiría a Gregory.

―Le agradezco por su hospitalidad, y la acepto.

―Perfecto. Entonces, si te parece bien ―prosiguió Edward―, aguardaré a que estés lista para marcharnos.

―De acuerdo, iré a solicitarle a una doncella que me ayude… ―Cuando llegó allí, unos días atrás, tenía pocas cosas. Ahora, en cambio, tenía un guardarropa renovado gracias a él…

―Estupendo. María, ¿dónde está mi hermano?

―Tengo la impresión de que aún no ha despertado. Esa es su habitación ―señaló―. Con permiso. ―La joven se retiró en búsqueda de la doncella, mientras Edward se encaminaba a despertar a Gregory.

Desnudo, con una botella de coñac vacía al lado de la cama, y profundamente dormido, Gregory no era la imagen de un hombre responsable y maduro. Edward maldijo para sus adentros, preguntándose cómo Prudence no había viajado enseguida a buscar a María y, por el contrario, había confiado en la sensatez de su imprudente hermano menor.

―Gregory. ―Le dijo mientras le daba palmaditas en el hombro. El aludido se removió, pero no hizo caso alguno―. ¡Gregory!

Edward, viendo que sus esfuerzos no daban resultado, lo empapó con el agua de una jarra de metal destinada al aseo. El agua fría recorrió su cuerpo desnudo, haciéndolo despertar de un salto, desorientado.

―¿María? ―articuló.

Edward frunció el ceño. ¿Aquel era el primer nombre que le venía a la cabeza? ¿Justamente estando en esas condiciones?

El amor en tus palabras ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora