Capítulo 30

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Tras comprobar que Nathalie se marchaba casi enseguida, María pensó qué hacer durante veinte minutos. El coche de los Hay la esperaba en la otra calle, pero no le importaba. Las palabras de la soprano la habían llevado a un momento de reflexión dolorosa en el cuál se preguntaba si estaba haciendo lo correcto… Amaba a Gregory y por nada del mundo deseaba perderlo. Creía que, si la relación de ambos continuaba como hasta el momento, correría el riesgo de que buscara a una amante. ¿Era eso lo que ella deseaba? ¿Acaso su amor por Greg no era tan grande como para entregarse a él en cuerpo y alma? ¿Alguien podía censurarla por seguir el impulso de su corazón e ir tras él?

Se fue convenciendo de que amarse como ellos lo hacían no era un pecado, y que tal vez incluso, en el caso de que aquello se supiera, terminaría de convencer a sus padres de aceptar su matrimonio. Su familia tenía parte de culpa al no haber aceptado su compromiso ni fijado una fecha para la boda. Sin certezas ni plazos, Gregory y ella no podían confiar en que pudieran ser plenamente felices pronto.

La aparición inesperada de Nathalie la había llevado a esa conclusión. El verla de nuevo junto a Greg la hizo sentir insegura. Es cierto que nada más estaba sucediendo entre ellos, pero, ¿tendría siempre Gregory esa contención? ¿Podría renunciar a las demás mujeres incluso cuando el amor que ella le entregaba fuese incompleto? Se sintió tan insuficiente que comprendió que debía hacer algo para remediarlo. Debía darle una prueba de amor a Greg, hacerle ver cuánto lo deseaba y que ella podía ser, en efecto, perfecta para él en todos los sentidos.

Con un cosquilleo en el estómago, María subió al departamento. Aguardó hasta que Greg abrió la puerta y advirtió su desconcierto. ¡Era tan osado que ella se presentara sola! Él le preguntó qué hacía allí y ella no pudo evitar confesarle que deseaba estar con él. Gregory apenas reaccionó, sumido en un gran estupor. Sin miedo alguno, se lanzó a sus brazos y lo besó con vehemencia…

Gregory tardó unos segundos en reciprocar el beso, pero finalmente lo hizo, con tanta pasión como ella había imaginado. La tomó en sus brazos y cerró la puerta, depositándola en el diván con sumo cuidado. Se inclinó sobre ella y volvió a besarla, extasiado ante aquella maravillosa sorpresa…

―Greg ―susurró ella contra su boca―. Te amo…

―Yo también a ti. ―Él apenas podía respirar.

Gregory besó su cuello, bajó a su escote y comenzó a acariciar sus brazos al punto de que María no pudo evitar gemir. Los labios de Greg se concentraron en el inicio de sus pechos, deslizando su lengua entre ellos… María gritó de pura excitación, necesitada de librarse de aquel odioso vestido que la aprisionaba. Él, en cambio, no parecía tener prisas, por lo que decidió deleitarse con el lóbulo de su oreja para luego volver a sus labios.

María temblaba en sus brazos, anhelante. Necesitaba hacer algo para continuar al siguiente nivel, y casi por instinto desabotonó, no sin cierta torpeza, la camisa blanca que Gregory llevaba. El vello de su pecho se asomó al instante, y María introdujo sus manos para explorar aquel poderoso pecho y plano abdomen. Al sentir sus caricias fue Gregory quien no dudó en gemir de placer. La joven se ruborizó aún más, satisfecha. Al parecer, estaba haciendo las cosas bien…

Gregory se incorporó un poco para recuperar el aliento e introdujo una de sus manos por debajo del vestido de María para acariciarla. Subió por una de sus piernas, llegó a las prendas que resguardaban su decoro, y por encima de ellas, frotó su mano logrando de ella otra estremecedora exclamación.

―Oh, Greg ―murmuró.

Ella advirtió lo abultado en su entrepierna, no era tonta para saber lo que aquello significaba así que, intentando devolverle el gesto, se incorporó un poco para sentir bajo sus manos la prominencia que sobresalía en sus pantalones. Gregory se sorprendió con su accionar, estaba siendo bastante osada e instintiva, pero disfrutó de su suave exploración.

El amor en tus palabras ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora