Ámsterdam.
Karl reposaba sobre sus piernas aquella mañana cuando Valerie apareció en el salón de manera sorpresiva. El niño, al verla agitó sus manos y reclamó su atención. La madre se acercó y lo tomó en brazos, dándole algunos besos. Sus ojos, en cambio, estaban fijos en Gregory a quien no había visto desde su llegada. No podía negarlo, lo había estado evitando, pero necesitaba que aquella conversación no se dilatara más. Gregory se puso de pie, la miró en silencio: a pesar de su delgadez y de lo pálido de su rostro, Valerie continuaba siendo la mujer hermosa que recordaba. Sin embargo, aquella contemplación no le produjo ningún sentimiento de otra naturaleza que no fuese un casto afecto hacia su persona. Nada quedaba ya de aquella efímera pasión de la que disfrutaron tres años atrás.
―Hola ―la saludó.
―Hola. Te agradezco que hayas venido.
―Lamento lo sucedido con tu esposo ―prosiguió él―. Reconozco que debe haber sido bien difícil para ti.
―Gracias, Greg. Intuyo que para ti también debe serlo esta situación, ¿verdad?
―Un poco, pero te aseguro que me alegra ser el padre de un niño como Karl. Es un regalo que me has hecho ―añadió con una sonrisa.
―Justo iba a decir lo mismo. ¡Qué es el mejor obsequio que pude haber recibido de ti!
La conversación se interrumpió cuando apareció James, quien los miró dubitativo, sin intenciones de interrumpir. Valerie, en cambio, lo instó a pasar sabiendo que las relaciones entre él y Gregory no estaban pasando por un buen momento. La nana del niño, que también se encontraba a cierta distancia, se apresuró a tomarlo de los brazos de su madre y los dejó a los tres a solas.
―Pienso que es momento que ustedes dos se reconcilien ―comenzó Valerie.
Ni James ni Gregory respondieron, tan solo se miraron a los ojos.
―James, es inconcebible que Gregory y yo no tengamos nada que reprocharnos entre nosotros y que seas tú, en cambio, quien se sienta ofendido con un asunto que no le incumbe.
―¡Por supuesto que me incumbe! ―exclamó―. Eres mi hermana, Karl mi sobrino y Gregory…
―Gregory ya era tu amigo, incluso antes que te comprometieras con Georgiana…
―¡Precisamente por eso! ¡No podía…!
―Eres adulto, James, lo suficiente como para comprender que hay impulsos incontrolables y situaciones que, en ocasiones, nos nublan el juicio. Ninguno de los dos está en posición de justificarse ante nadie, especialmente no contigo… ―James enrojeció―. La responsabilidad de lo que sucedió es compartida. No era una jovencita inocente que se dejó seducir ―continuó hablando descarnadamente―, sino una mujer casada en mitad de una fuerte crisis matrimonial. Te aseguro que, mirando al pasado, no podría arrepentirme de nada. De no ser por Gregory jamás hubiese tenido a Karl. Siempre me sentiré agradecida con él por eso. Y si amas a tu sobrino, también deberías sentirte orgulloso de que Gregory sea su verdadero padre.
Gregory estaba emocionado con aquellas palabras. Valerie era una gran mujer, y no podía esperar más de la madre de su hijo.
―Valerie…
―Permíteme continuar, James ―le suplicó su hermana―. Hay algo que debes comprender. El mayor error en esta historia fue mío, y aún así Gregory ha sido incapaz de censurarme por ello. Puede que él se haya equivocado tres años atrás, pero yo lo he hecho todos los días… Cada día que pasaba en silencio ocultándole su paternidad, lo estaba dañando a él, pero también a mi hijo. Estaba viviendo una vida de mentiras, y aquello me estaba matando lentamente… Si alguien debe reprocharme algo, es Gregory.
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El amor en tus palabras ✔️
Ficción históricaParís, 1900 El sueño de la joven María van Lehmann es estudiar en la Sorbona. Cuando su inflexible tío decide expulsarla de casa, se verá obligada a buscar sustento por sí misma, hallando en la profesión periodística un apasionante camino. Sin imagi...