Capítulo 17

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Edward los estaba esperando, un tanto preocupado, pero al verlos regresar tomados de las manos, no pudo evitar sonreír. ¡Su hermano había dado el primer paso! Si lo había hecho era porque estaba por completo convencido y eso lo complacía mucho. María pasó por su lado, un tanto ruborizada y sin decir palabra. Miró a Gregory un instante y luego entró a la casa para dejarlo a solas con su hermano mayor. Los caballeros dieron un breve paseo, pero terminaron sentándose en un banco.

―Dime que hay algo de sensatez en tu cabeza y que puedo darte la enhorabuena.

―Le he confesado mi amor y ha aceptado. Nunca pensé que se sentiría tan bien ―admitió con una sonrisa.

―¡Me alegra tanto, Gregory! Espero que honres tu palabra, y que se casen dentro de un tiempo.

―Depende de van Lehmann ―respondió―, pero es lo que más deseo. Y ella lo sabe. Esperaré el tiempo que sea necesario, aunque aspiro a que me ayudes a que el compromiso no se extienda demasiado. Es cierto que María es muy joven, pero yo no soy un niño y estoy en condiciones de darle una buena vida, y sobre todo de hacerla feliz como merece.

―Yo también estoy en contra de un compromiso demasiado largo. Además de que hacerte esperar es en extremo peligroso ―bromeó.

―Te aseguro que me estoy comportando como todo un caballero. A veces ni si quiera me reconozco.

―Más te vale que siga siendo así. Por mi parte, hasta que van Lehmann y Prudence regresen, velaré por María, por lo que no estoy de acuerdo en que paseen sin supervisión.

―¡Edward! ―se quejó―. ¡Te he dado mi palabra!

―Lo sé, pero también conozco cuánto puede afectar el amor al razonamiento de un hombre. No quiero que Prudence me acuse de ser displicente bajo mi propio techo. Es conveniente que ella siga confiando en mi autoridad y buen juicio, y eso me llevará a vigilar tus pasos.

―¡No es justo! ¿Acaso Anne y tú no… ? ―Greg se detuvo, airado―. ¡Dormían incluso bajo el mismo techo!

Edward se ruborizó y sonrió al recordar aquella época. Hay Park, su residencia de verano, le traía gratos recuerdos.

―Eran circunstancias diferentes. Yo estaba convencido de que la duquesa aceptaría nuestra unión, y en todo caso Anne ya tenía veintiún años cuando nos comprometimos. Te pido, por favor, que actúes con prudencia y que esperes a que Johannes y nuestra hermana lleguen para que cuentes con su aprobación.

―Te repito que me estoy comportando como el caballero que soy. No hay motivos para temer.

―Me alegra escuchar eso. ―Edward le puso una mano en el hombro―. Hacía mucho tiempo que esperaba por este momento. Verte feliz me reconforta y tranquiliza a su vez. Aunque en los últimos años intentara respetarte, sabes que tu estilo de vida no me satisfacía. Creo que María y tú hacen una hermosa pareja, y que tal vez en su inocencia y amor sinceros puedas hallar algo que no habías encontrado antes en las demás mujeres. Esa sensación de hallar a la persona correcta otorga una paz de espíritu y una felicidad inconmensurables.

―Lo sé ―respondió él. Ya lo había comprendido al fin―. Por otra parte, he pensado en comprar una casa y abrir un negocio aquí en París.

Edward lo miró sorprendido.

―¿Es en serio?

―Sí, quiero que mi vida sea provechosa, Edward. Me ha gustado vivir aquí y, por otra parte, le he prometido a María apoyar sus estudios en la Sorbona. Ella lo desea y yo no pretendo limitarla en lo absoluto. Aún no le he contado nada ―reconoció―, pero en estos días que he estado ausente he visto par de sitios que me han deslumbrado, uno de ellos, sobre todo es el que más deseo adquirir. Espero dentro de poco cerrar el contrato.

―¿Quieres que te ayude? ¡Puedo echarle un vistazo!

El amor en tus palabras ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora