¹ Mushu

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Zayn

Todas las putas mañanas en épocas de guerra hago lo mismo: me levanto, regaño al primer soldado que haga alguna que otra mierda, pienso en lo mucho que me gustaría estar en una montaña solo, me deprimo por pensar aquello y —sin haber desayunado antes, como buen idiota que soy— entreno hasta que mis músculos pidan basta. Creo que tengo un don porque así y todo me mantengo en pie. Tambaleando, pero me mantengo. Y eso es lo que cuenta.

A eso de las seis de la mañana comienza el día, pero no para todos, solo para mí. Y todo esto porque soy un rarito que detesta relacionarse con gente apenas se levanta, y es por ello que pongo mi mejor voluntad para levantarme relativamente temprano, tomar una ducha de agua fría —sin importar la estación del año—, colocarme el uniforme e ir a buscar mi café amargo a la cafetería.

Abro la puerta de mi habitación, frotándome los ojos dispuesto a comenzar la rutina, cuando de pronto todo se va al carajo.

Grillo está aquí otra vez con un aura nerviosa. Aún lleva puesto su pantalón de pijama a rayas que hace que su barriga se haga notar. Cualquier persona diría que genera ternura y yo me incluyo en esas personas, pero ahora no. No a las seis de la mañana, joder.

—Buen día, capitán Rogger —me saluda tambaleándose sobre sí mismo, ansioso.

—¿Qué hiciste? —mascullo sin pensarlo, parpadeando en cámara lenta.

—¿Yo? Nada señor, nada nadita.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿A qué viniste?

—Pues...

—¿Alguien ya se mató? 

—Que yo sepa...

—Joder, y eso que creía que los nuevos iban a durar más  —zanjo más serio de lo que debería.

—No señor. Es peor.

Suelto una sonrisa vacilona sin poder creer sus palabras.

—¿Qué puede ser peor que la muer...?

—Pipa.

Mi boca se cierra en menos de un segundo. Intento pensar en un prado lleno de florecillas y todas esas tonterías que te dicen para relajarte, pero no, ese rollo no va conmigo. Ya estoy ardiendo y a dos centímetros de Grillo con intenciones no muy amistosas.

—¿Qué carajos pasó con Pipa? —escupo abriendo los ojos de par en par.

El muchacho aprieta sus dientes y abre su boca:

—La pregunta es qué no pasó con Pipa, ja.

No me dan las piernas para dirigirme hacia el gran dormitorio mientras Grillo actúa como mi sombra. Una vez allí, me planto en el centro, firme. Al parecer nadie nota mi presencia, están todos en su mundo como para hacerlo. Es por eso que solo me limito a analizar el terrible panorama con los brazos cruzados.

Hay soldados por doquier. Mientras que algunos se limitan a caminar en ropa interior por toda la habitación, unos se lanzan prendas, otros juegan a pelearse en broma —o eso deseo creer— y por último, pero no menos importante, está Pipa.

El famoso Pipa.

Pipa, un adolescente delgado con facciones marcadas, fuma un cigarrillo mientras parece analizar, sin ningún tipo de molestia, un mechón de pelo rubio que descansa en su mano.

—¡Para qué peluquería si tenemos a Pipa! —grita un soldado.

—¡Anda, que la próxima le quitas hasta el cráneo! —chilla otro que se encuentra acostado con las manos debajo de su nuca.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora