³⁴ ¿Quién es?

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Zayn

Han pasado dos días desde que pasó lo del fregadero. Días en los que sucedió lo que no quería que sucediera: no pude sacarme a Blair de la cabeza ni un solo segundo. Es decir, no me molesta aquello, de hecho me gusta, pero no unos días antes de la guerra. No justo en el final cuando se supone que debo concentrarme en que estoy perdiendo y debo actuar.

Quería verla a todo rato, en el almuerzo, en la cena, en el desayuno, en la ducha, en todos lados, pero conmigo; lo peor era que cada uno de esos encuentros terminaba en unos cuantos minutos de besos salvajes y, de vez en cuando, en algo más. Y adoraba a eso. Adoraba a todo ella. Y lo sigo haciendo. Pero ahora debo atacar, yo. Yo debo hacerlo. Nada de distracciones.

Es por esto, que ellos están aquí, los he citado en la habitación de refugio del campamento: lugar en el cual es extraño juntarnos, pero que más da. Nadie más puede oír esto excepto ellos:

Pipa, el flacucho que tiene más fuerza de la que parece.

Mushu, ese viejo maniquí que ahora utilizo de comodín y que ha mejorado bastante en todo este tiempo.

Grillo, un infaltable aquí en mi equipo. Quizá no sea un diez para el combate, pero siempre está para darme una mano y nunca me juzga.

Gafitas, es importante, muy importante y aunque mayormente solo dice «Hola» algo me dice que nos servirá en un futuro. Pues él es el que más pistas me ha dado hasta ahora, ¿no?

Y Blair, creo que no hace falta especificar porque está en el equipo. Su táctica y movimientos son perfectos.

Ellos entran al cuarto por las diferentes entradas que les he indicado. Todos tienen una distinta y parece de película lo rápido que llegan y cómo terminan coincidiendo sus entradas. Diría que casi al mismo tiempo todos se miran entre sí, confundidos y finalmente me miran a mí que tengo a Gafitas sentado en el medio del refugio con todos sus dibujos sobre una mesa de metal.

El peso de la responsabilidad recae sobre mis hombros, y sé que lo que estamos a punto de hacer puede cambiar el rumbo de esta guerra.

—Gracias por venir —miro el reloj que tengo en mi muñeca— y ser puntuales. Muy puntales.

Ellos se acercan, dando pasos lentos, desconfiados de mi llamado y el primero en abrir la boca es Grillo:

—¿Sucedió algo, capitán? ¿Precisa algún favor o...?

Niego.

—Solo necesito que me escuchen —digo intentando mantener mi voz firme y segura. Todos se acercan creando una ronda alrededor de la mesa llena de dibujos sin orden, dispuestos a escucharme—. Los refugiados se han vuelto cada vez más fuertes y necesitamos ponerle fin a eso cuanto antes, pero esto... esto no puedo irselo diciendo a cada soldado, uno por uno, por eso decidí elegirlos a ustedes.

—Creo que voy a sonrojarme —bromea Mushu y al notar que nadie se ríe pide disculpas.

—Bien. ¿Y él qué hace aquí? Ya bastantes problemas nos ha traído como para agregarlo a un plan en contra de su especie —murmura Pipa, tedioso, ojeando a Gafitas que al oír lo que dice, le saca los dientes como un perro enojado—. ¿Y si tiene un micrófono o algo y nos espían por él?

Lo miro a los ojos, comprensivo, pero sabiendo que no puedo cambiar de estrategia en este punto.

—Descubrí que él está conectado a ellos aún. Siente sus emociones y nos avisa cuando están por atacar porque resbalsa de tantos sentimientos de adrenalina desde el otro lado que empieza a actuar raro, pero créanme que él es la clave —explico—. Sus dibujos, en realidad. Y antes que pregunten, no, no sé porqué puede percibir esas cosas, pero lo hace y no tiene ningún micrófono, cámara, nada.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora