³² Sueños oscuros

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Zayn

Ha pasado una semana de entrenamientos intensos desde aquella noche que significó un antes y un después en mi vida y en la de Blair.

La guerra está cada vez más cerca y son pocas las cosas que tenemos de ventaja. He dejado de dormir por días rompiéndome la cabeza en la biblioteca, leyendo miles y miles de libros de herramientas, intentando de entender qué carajos es eso que hacen con ellas y por qué quieren hacerlo. Tengo pesadillas al respecto todos los malditos días y realmente creía que hoy no iba a ser la excepción hasta que Teo entró a mi habitación convirtiéndolas en algo real. Hay que admitir que esa acción fue una gran sorpresa para mí, mi hermano tiene su propia habitación y Henry suele cumplir el papel de cuidarlo la mayoría del tiempo porque yo me la paso entrenando, por esa razón casi me caigo de culo al verlo entrar a las seis de la mañana, justo cuando me estoy por levantar.

—¿Teo? —pregunto al aire con los ojos entrecerrados, sabiendo que él es el único que tiene las llaves. Veo todo borroso y la silueta de mi hermano en pijama de dinosaurios acercándose a mí es cada vez más grande. Okey, en definitiva sí, es él—. ¡Teo! —reaccionó con un salto en la cama, cubriéndo mi cuerpo desnudo y el de Blair con las mantas, apurado—. ¿Qué haces... —hago una pausa— aquí?

La de tocar la puerta nunca la aprendió al parecer.

El niño cambia la cara de horror a gracia al verme en una escena tan desfavorable: en una cama y con una mujer en ella casi sin ropa. Gracias a el Ave fénix la pude tapar rápido, o eso creo.

—Henry dice que hacer cosas de mal ejemplo cerca de niños no es agradable porque luego van y las repiten —murmura él, vacilón. Quiero contestarle e interrogarle toda su existencia, pero no me deja—: No hace falta que metas excusas, hermanito. Quedará todo aquí —Levanta las cejas dos veces, hace el gesto se cerrar su boca con el dedo y guiña un ojo.

Como viene esta generación de niños, parece que tienen veinte años y ni llegan a una decena.

—¿Qué pasó? —susurro levántandome de la cama mientras acomodó bien mi bóxer.

Al oír mis palabras, el rostro de Teo vuelve a tornarse pálido haciendo destacar esas mechas doradas que le caen a la frente.

—Él... está en mi cuarto —baja el tono haciéndolo similar a él mío y, en el momento que intento colocarme al menos unos vaqueros negros, me toma del brazo, asustado, recordando algo que no sé si quiero saber.

Su cara de horror lo dice todo.

—¿Quién está en tu cuarto? —mascullo sin ningún tipo de suavidad.

—El re... refugiado —tartamudea.

—¿Qué? —suelto al aire imaginándome lo peor. No otra vez. Termino de ponerme los vaqueros y, mientras él procesa lo que tiene que decirme, lo llevo hacia el pasillo, no me gustaría que Blair se despierte tan temprano por una alucinación de mi hermano. Una vez allí, vuelvo a dirigirme hacia él—: ¿Qué hace él ahí?

Se lame los labios, símbolo de intranquilidad. Me pongo a su altura, flexionando un poco mis rodillas y lo dejo sentarse en una de mis piernas. Lo necesito con calma, sino, cualquier dato importante que tenga no será exacto.
Tomo sus manos para tranquilizarlo, parece funcionar cuando decide hablar y confiar en mis palabras:

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora