¹⁵ Dibujos

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Blair

El rayo de sol que entra por la ventana pega en mi ojo. Me retuerzo de la irritación, intento esconderme bajo de las sábanas, pero ni eso me cubre de esas partículas tan brillosas. Jalo la almohada y me tapo la cara mientras suelto una grosería al aire. Sigo dando vueltas, incómoda, hasta que entiendo que ya me despabilé y que tengo que levantarme. Suelto la almohada, abro un poco los ojos y, justo cuando recuerdo la noche de ayer, miro su lado de la cama.

Está vacío.

Seguro me está dejando descansar porque nos dormimos tarde.

Me acomodo un poco el pelo —que por cierto lo tengo demasiado revuelto— y me lo intento juntar todo en una coleta algo desprolija. Salgo de la cama, la alisto lo mejor que puedo, tomo mi remera del piso y me la coloco con rapidez. Una vez que ya estoy un poco más decente, camino a pasos cortos hacia la pequeña cocina con la idea de que el rubio esté cocinándome algo para desayunar.

—¿Capitán? —mi voz es lo único que se escucha en la habitación, pero por desgracia, no está en la cocina—. ¿Zayn? —lo sigo buscando en algún lado.

Lo busco, pero no lo encuentro.

Se ha ido.

Sin mi.

Zayn

Otro golpe.

Fuerte.

Más fuerte.

Mis nudillos sangran, arden, están a punto de romperse y...

—Gracias, ya entendí como se hace, Rogger —murmura con rapidez uno de mis soldados como si me tuviera miedo.
Creo que me tomé el hecho de mostrarle el ejercicio más para desahogarme que para que lo comprenda, y eso me jode. Es como volver a tapar las heridas con el ejercicio otra vez—. ¿Hola? ¿Me está escuchando capi...?

—Sí. —Retengo un «pero no me llames así» y vuelvo a abrir la boca—. Cinco vueltas. A la montaña. Ya.

El pobre baja la mano que tiene levantada para dar su próximo golpe y comienza a correr con cierta confusión hacia donde le señalo.

Una vez que lo hace y —al fin— quedo solo, le lanzo un buen puñetazo a esa bolsa de boxeo y termino la acción observando mis nudillos, suspirando, agotado. Miro al cielo nublado y tomo mi pelo concentrándome en ese maldito dolor de cabeza que vengo cargando desde las tres de la mañana.

Dos pasos uniéndose en la arena de la zona de combate se oyen de fondo.

—Estabas aquí —su voz resuena a mis espaldas, pero ya no tengo ánimos ni para contestar—. ¿Zayn? ¿Está todo correcto?

Hago fuerza para que ninguna lágrima salga de mis ojos y regreso a mi frialdad de siempre, como si volver a ella fuera tan fácil como tocar un simple botón.

—Con dolor en la sien —respondo—. Nada grave, ¿y tú?

Henry me mira de reojo como si pudiera decifrarme tan fácil que me da pánico. Lo intento ocultar con una fruncida de ceño, pero al parecer, conseguirlo no será tan rápido como lo pienso. Al menos no con él.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora