¹⁴ Juguemos

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Blair

Nunca pensé que hoy el día iba a terminar así como estoy ahora: mirando a Zayn, sin remera, luego de bañarse, con el pelo húmedo, cocinando en lo que se supone que es un pequeño horno eléctrico que tiene dentro de su casa/habitación.

Hace dos segundos atrás, el rubio me dijo que no había cenado y que, a consecuencia de ello, si no quería verlo con mal humor hablando de una clase de... ¿trato que quería proponerme? Tendría que esperar a que se bañe, a que cocine algo y a que termine de abastecer tu apetito para que no me mande a la mierda tan rápido.

—Capitán —lo llamo por décima vez desde el sofá con la intención de joderlo.

—¿Qué quieres ahora, Blair? —responde con poca voluntad.

—Así dado vuelta hasta parece simpático —Cruzo mis piernas y suelto una risilla sarcástica.

—Soy simpático.

—Ajá.

—¿Ajá qué?

No eres simpático, rubio. Eres atractivo. Atractivo, pero idiota.

Al no obtener ninguna respuesta de mi parte, le da un lenguetazo a la cuchara de madera repleta de la salsa que está cocinando y apaga el fuego. Olfatea un poco sobre la olla de sus espaguetis y me le quedo observando hasta que aprueba su plato con mucha felicidad, aún dándome la espalda.

—Pues no huele tan mal —confieso a lo lejos.

—Huele espectacular.

Toma su plato, camina hacia la mesa y se sienta listo para comer su primer bocadote de pasta. Abre la boca, grande, y mastica con una sonrisa en la cara, orgulloso de su producto final.

Correteo a su lado como una niña pequeña y me siento en la única silla que tiene aparte de la suya, justo al frente de él.

—¿Está rico? —inquiero con la boca hecha agua, hambrienta.

—Exquisito.

Y vuelve a comer otro bocado sin hablar.

Y otro.

Y otro.

—No sabes lo que se me antojan unas pastas en este momento —digo por lo bajo.

—Pues que bien.

Y vuelve a comer otro bocado.

Y otro.

Y otro.

—Se me antojan con salsa roja, justo como la que hiciste tú...

—Oh, algún día te enseñaré a hacerla.

—Capitán, creo que no nos estamos entendien...

Y justo como —no— me lo esperaba, se ríe a carcajadas y abre su boca para decirme:

—Tampoco soy tan malo anfitrión —murmura al fin—. Te he dejado un plato de comida servido por allí. Ve a buscarlo, anda.

Se me ilumina la cara.

No como nada desde las doce del mediodía, me salteé la cena para poder venir a tiempo, realmente tengo mucha hambre. No puedo creer que voy a comer algo que no es puré. Estoy superentusiasmada. Corro hacia los espaguetis y vuelvo con mi capitán para terminar de cenar juntos. Juntos, él y yo. Oh, eso sí que suena raro.

El rubio está esperando con ansias a que de el primer bocado sin saber que nunca voy a hacerlo. Al parecer, su paciencia se está acabando porque está   frunciendo el ceño.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora