¹¹ Apretados

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Blair

Mi respiración se oye cada vez más entrecortada. Estoy corriendo entre la oscuridad del comedor junto a mis colegas, pero no sé exactamente a donde quiero llegar. Ni si quiera veo. La insignificante luz que viene de la cocina no ayuda. Y no pienso acercarme una vez mas allí para tocar el interruptor y que me maten los que sea que están aquí. Solo... solo deseo estar oculta.

Deseo estar a salvo.

Choco con algo, el ruido no pasa desapercibido, pero al menos he distinguido un objeto, y por la textura que tiene no me cabe duda de que es una de las mesas que nos rodean.

—Escondamosnos abajo —ordeno con mi voz al volumen más bajo que puedo. Sé que ellos están cerca porque sus respiraciones también se logran percibir, van igual de aceleradas que la mía—. Cuerpo tierra.

Me pego contra el piso y, como un gusano, me arrastro intentando que mi cabeza no se golpee con nada más. Por suerte lo consigo, entonces, en medio de la desesperación, me ocupo de estirar mis brazos e intentar ayudar a Mushu y a Pipa para que pasen en limpio al escondite.

—¿Qué coño ha sido e...? —intenta decir Pipa en un pequeño susurro.

No entiendo como mi mano halla a su boca a pesar de toda la oscuridad que me rodea, pero consigo callarlo justo en el momento adecuado.

Se oyen.

Los pasos.

Sus pasos.

Provienen de la cocina y no son de una o dos personas, son de muchas más. Diría que como unas veinte quedándome corta.

—Busquenlos —pronuncia una voz con mucha impotencia—, más le vale encontrarlos o yo me encargaré de matarlos a ustedes, uno por uno.

Alguno de los dos me abraza, por la poca masa que hay en su brazo, supongo que es Mushu. Intento apartarme, pero no lo consigo. Esta sujetándose de mi como su vida dependiera de hacerlo. Como si yo no estuviera para nada cagada hasta las patas.

—Creo que está enfadado —murmura él—, no me gusta la gente enfadada —Y me apretuja más.

—Pues a mi tampoco me gusta la gente enfadada que nos busca y desea matarnos, ja —habla Pipa también en susurro.

—Cierren la puta boca y pegense al piso. Un movimiento en falso y nos pillan.

Me hacen caso e imito su nueva posición justo cuando... carajo. ¿Eso es...? ¿Esos son...? Oh no, esto esta mal, muy mal. Ni si quiera dudo de que mis colegas están poniendo la misma cara de espanto que yo cuando vemos linternas. Bueno, mejor dicho: la luz de varias linternas que nos están alumbrando, y un poco más lejos de ella, la luz de una linterna particular, una que parece ofrecer una luz un poco más tenue, que refleja claramente la sombra de una silueta.

De esa famosa silueta.

—¿Hay algo por allí, Ricky? —cuestiona una voz a los lejos. No la conozco, para nada, pero por algún motivo me da miedo.

Todos tensamos nuestros músculos al ver la luz todavía más cerca. Ya es casi imposible que no nos vea la persona que nos intenta buscar.

—Que no hay nada, idiota —le asegura a la otra persona como si no existieramos. Este tal Ricky parece ser bastante distraído—. Ya te he dicho cuatrocientas veces, tienes mal esa hermosa cabeza que tienes. Aquí no está. Te lo puedo asegurar porque me llamo...

Un cristal se rompe.

Se escuchan tres disparos.

Y un grito.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora