Joel
Mis padres habían elegido a mi hermano para rescatarlo de aquellos ladrones antes que a mí por falta de dinero. De todas formas, no los culpaba, siempre había sido más rebelde que Henry. Mucho más... distinto y un poco torpe, bastante torpe. Pero qué más da, al menos gracias a ellos y a su desamor conmigo pude pensar en mi gran invento.
Era una noche de octubre cuando todo pasó. A Kevin, el jefe de los ladrones, les había llegado un llamado para rescatarnos. La sorpresa vino cuando la palabra rescatarnos se volvió singular. Habíamos pasado unas semanas trágicas con Henry. Días de puro llanto y miedo a aquellos con máscaras que nos habían secuestrado, pero sin embargo, estábamos juntos en eso. Siempre agradecía al de arriba por lo que tenía ya que... bueno, hubiera sido peor si nos hubieran raptado por separado, y lo terminé de confirmar cuando se lo llevaron a casa y a mí me dejaron solo.
Completamente solo.
Sin refugio.
Con un grupo de ladrones enmascarados que solo buscaba dinero para soportar los gastos del trabajo de parto de una mujer que estaba por allí embarazada.
A pesar de su locura y su coraje, al entregar a mi hermano, Kevin, un hombre con canas blanquísimas, ojos negros y un porte que llamabala atención, se quitó su máscara negra y me miró por primera vez con pena, entristecido. Hasta yo me di tristeza a mí mismo al ver su reacción. Claro que me sentía como la mismísima mierda, claro que extrañaba a mi familia, claro que sentía ciertas cosquillas en el estómago que me hacían cuestionarme la vida, pero sin embargo, había un sentimiento que persistía y estaba íntimamente relacionado con tener la sensación de que perdía mi hogar, de que me cerraron las puertas de mi casa, de que todo se iría a la mierda. De que ya terminaría como estos ladrones que se refugian en las minas y viven con lo que pueden y comen cada tanto como si de un privilegio se tratase.
—Macho, que puta mierda tu vida —fue lo primero que me dijo. A pesar de haberme amenazado de muerte y usarme para generar ingresos, no parecía mala gente. Ya lo había visto varias veces hablando tiernamente con la barriga de su pareja como si fuera un oso de peluche por dentro—. ¿Se han quedado cortos de dinerillo?Suspiro.
—Si quieres matarme, hazlo ya, por favor.
Él niega con la cabeza.
—Pero hombre, ya no tienes hogar, te han dejado tirado, no comes hace dos días, ya eres casi uno más nosotros —jugó con el arma que tenía en la mano.
—No entiendo —solté con los ojos llorosos.
—Que no te mataré —me lo aseguró y apartó el arma a un lado—, me has dado pena.
—Joder, eso no ayuda
Se echó una carcajada.
—Bienvenido a tu nuevo hogar —alzó las manos—. ¿Qué se te da bien? Los que se quedan aquí siempre tienen que aportar nuestro granito de arena si quieren su ración semanal. ¿Has robado alguna vez?
Me mordí la lengua al oirlo y pensé: ¿En serio viviré con los que me secuestraron? Pero luego yo mismo me respondí: Al menos ellos sí te abren las puertas de su refugio.
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Besos en Guerra ©
Romance"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada. Blair, la hija del mayor combatiente de su zona, se infiltra en un ejército de hombres luego de modificar su identidad para evitar que su...