²⁹ Quererte

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Blair

Pasaron días de aquella discusión, la guerra está cada vez más cerca y, la verdad, hay algo dentro de mí que no me da ningún tipo de buen rollo. Por parte de Zayn, puedo decir que esta última semana lo noté distinto, con la mirada apagada. Mentiría si dijera que no lo vi intentar acercase más de una vez para hablar, pero luego de reflexionarlo en el lago, ya no podía ni quería caer en sus estúpidos brazos, entonces, cada vez que lo hacía le pasaba por al lado y me iba con Pipa o Mushu. Ni si quiera tenía que verlo para saber que cada vez se ponía más cabreado. Por más que quisiera estar junto a él y dejar de dormir en el horrendo cuarto de soldados, no podía soportar sus tratos. Nuestra relación era y —creo que sigue siendo— inestable. Y eso me duele, me duele muchísimo, pero más me dolería perderme a mí misma por salvarlo de las ruinas a él.

A pesar de toda la empatía que me cargo, también tengo bastante orgullo y autoestima y, si realmente sé que si salvó tu barco porque se está hundiendo hundo el mío también, no soy tan gilipollas de quedarme.

—Deja de ignorarme, ¿quieres? —oigo su voz por detrás. Vale, sabía que este hombre era rápido pero nunca creí que tanto.

—No lo ignoro —le dije al mismo tiempo que abría el cuarto de materiales para entrenar sin dedicarle ni una pizca de atención.

Casi que suelta una risa irónica.

—Entonces deja de correr cuando quiero hablar contigo —dictamina y con una mirada penetrante me obliga a mirarlo—. Lo vienes haciendo hace una semana y ya me tiene loco.

Suspiro.

Aquí vamos, otra vez.

—No sé qué parte no entendió de que me hace mal estar con usted —no quería decir eso tan crudo, pero lo hice, y ahora de alguna forma me veo obligada a retractarme—: al menos por ahora, viendo cómo está siento que sería mejor distanciarnos.

Trae una musculosa blanca que deja sus brazos descubiertos, estos con las venas bien marcadas. Pierdo la mirada en ellos por segundos y regreso al planeta tierra cuando lo veo dirigirse, enojado:

—Lo sé, carajo, claro que lo sé —tiene el impulso de dejarme una caricia en el brazo reconfortante, pero esta termina quedando en medio del camino cuando el rubio nota en mis ojos súplicas que expresan: nada de contacto. Porque sí, todo es más difícil con contacto—. Lo siento, es la costumbre.

Ladeo la cabeza restándole importancia.

—¿Y bien? ¿Qué me quería decir? No tengo todo el día.

Si no fuera yo la que tiene más motivos para estar enfadada, estoy segura que ese apuro le hubiera significado una molestia.

Me mira por unos segundos como si no supiera con exactitud qué decir y, cuando empieza a hablar, a sus ojos se le hace imposible seguir conectando con los míos. Terminan con dirección al suelo.

—Estuve pensando lo que me dijiste, eso de que por estar jodido no debía joder más al resto y que los demás no tenían la culpa de mis mierdas —traga grueso—, y creo que tienes razón.

No puedo creer que el rubio acaba de decir eso. ¿Qué tan probable es que alguien se haya apoderado de su cuerpo y de su mente solo por unos minutos?

—¿Creo? —debo hacerlo caer en la trampa o eso de alejarme se hará más complicado.

—Tienes razón, ¿vale? —sonó más real que nunca—. Tienes toda la razón y no te mereces eso. Es por eso que...

Ya me sé como termina la historia. Los anteriores chicos y chicas con los que he estado, me la han hecho memorizar.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora