³⁸ Error del sistema

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Zayn

Despierto por culpa de un ruido. Al parecer mi celular se cayó del bolsillo de mis vaqueros y se golpeó con el piso. Rezo por dentro para que la grabadora de sonido haya registrado todo y suspiro cuando veo que sí, sí lo ha hecho.

Tengo un nudo en el estómago desde ayer a la noche anterior por la oportunidad perdida de jugármela por Blair, la de pelo azul que me tiene loco.

Si tan solo supiera lo que hay en mi mente sabría que ya estoy jugado con ella desde que la vi por primera vez.

Me levanto de la cama y me arrastro hasta el baño de la caravana. Es la cosa más diminuta en la que me he metido en años. Me miro en el espejo y veo el reflejo de alguien que está perdido, que no sabe cómo remediar el error que cometió. Mis ojos contorneados de violeta me delatan, mostrando el peso de la indecisión que me persigue.

Mientras me aseo, mi mente se llena de recuerdos de los momentos felices que compartí con ella. Su risa, su mirada, su complicidad... todo eso ahora se siente lejano, como si hubiera escapado de entre mis dedos.

Los miedos se apoderan de mí, temo que sea demasiado tarde para enmendar mi error, que haya perdido para siempre la oportunidad de ser feliz junto a ella. Me siento insignificante, un cobarde que dejó escapar su última oportunidad.

Termino de asearme y me quedo un rato más frente al espejo, buscando respuestas que sé que no encontraré ahí. Solo me queda aceptar las consecuencias de mis acciones y prometerme a mí mismo dejar de ser tan idiota. O... bueno, menos arriesgado.

Voy directo a desayunar a la mesa con mis soldados, tratando de disimular mi malestar detrás de una máscara de indiferencia, tratando de ser consciente de que en media hora llegarán vehículos con el resto de mis refuerzos para la guerra.

Ni si quiera miro bien quién está en la mesa cuando tomo el café en taza blanca que me da Grillo.

Me lo pongo en la boca y trago.

El café amargo me sabe más amargo que nunca, como si cada sorbo me recordara mi cobardía. Sin verlo, sé que está sentada a mi lado por su aroma, pero está tan distante que parece estar en otra dimensión, tanto que al notar mi presencia segundos después, se aleja sin decir nada.

—Buenos días, capitán —me saluda Pipa.

Gilipollas.

—Buenos días —respondo mecánicamente, sin apartar la mirada de mi taza de café y solo por respeto.

Blair se levanta de la mesa justo cuando se me ocurre decirle algo, como si no quisiera ni siquiera cruzar unas palabras conmigo. La veo alejarse con el corazón en un puño, sintiendo cómo se distancia cada vez más de mí.

Decido seguirla, intentando encontrar las palabras adecuadas para pedirle perdón por mi cobardía, por no haberme jugado por ella cuando debí hacerlo. Pero cuando llego a su puerta, se me cierra en las narices antes de que pueda decir una sola palabra.

Me quedo parado frente a la puerta cerrada, con el corazón en la garganta y una sensación de derrota abrumándome. Blair se ha alejado aún más y ahora se me escapa entre los dedos como arena. Me siento impotente, arrepentido y perdido, sabiendo que quizás sea demasiado tarde para recuperarla.

Besos en Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora