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Spaces, One Direction.





A P R I L

Miro el móvil por tercera vez consecutiva en lo que llevamos de hora. Esta mañana he mandado un mensaje por el grupo de WhatsApp en el que estamos Oliver, Maia y yo para avisarles de que este fin de semana no pasaré por casa y en cambio me quedaré aquí. Les he dicho que Victoria, mi compañera de piso, ha decidido hacer una fiesta con algunos de sus amigos para celebrar el inicio de curso y tanto yo como ellos estamos más que invitados. Bueno, es algo obvio que yo puedo estar allí, es decir, no somos mejores amigas, pero nos llevamos bien, y, además, también es mi piso.

Nada más me ha comunicado la noticia esta mañana le he sonreído y he dicho que me encantaría, y en cuando ha dicho que podía invitar a quién fuese no he dudado ni un segundo en escribirles para que vengan. En los casi tres años que llevo de universidad, ninguno de los dos ha subido todavía al a verme. Aunque es totalmente comprensible dado que Oliver está trabajando y Maia va y viene todos los días de un pequeño pueblo dónde está haciendo unas prácticas de no sé qué cuidados, así que, es casi imposible que nos veamos. Sobre todo, si tenemos en cuenta el factor de que, desde que me mudé a la capital cuando empecé la universidad, Robert casi ha tenido que venir para arrastrarme y hacerme bajar algún finde a casa.
Denver es un sitio grande, apenas nadie me conoce, empiezo a tener mi propia vida yo solita... Eso hace que prácticamente quiera huir dónde me he criado.

—¿Puedes llevarle el pedido a la mesa tres?

Alzo la vista y apago el móvil para encontrarme de frente con Ethan, uno de mis compañeros de trabajo. Deja una bandeja con un par de hamburguesas y un plato gigante de patatas sobre la barra y después se dedica a dejar colgados el resto de los pedidos en los ganchos que cuelgan de la ventana que da a la cocina. Asiento con la cabeza con una sonrisa y tras echar un último vistazo al móvil, lo guardo en el bolsillo del delantal y me dirijo hacia la mesa que ha pedido las hamburguesas.

Llevo casi toda la tarde con la mirada fija en el móvil. Suelo pasar de él si no es estrictamente necesario la verdad, pero cuando he informado de la invitación Oliver ha sido el primero en contestar. Ha contestado todos los mensajes en mayúscula para recalcar la emoción que siente por saber dónde lleva su mejor amiga viviendo en los últimos casi tres años y ha confirmado que piensa ser el primero en llegar a la fiesta. Maia ha tardado un par de horas en leer el mensaje, y cuando por fin lo ha leído he visto durante diez minutos ese "escribiendo" en la pantalla, pero al final no ha mandado nada. Habría supuesto que estaba ocupada con las prácticas y que ya contestaría más tarde si no fuese porque la he pillado escribiendo más de una vez cuando he tenido que entrar en la aplicación a lo largo del día.

Mi turno en el bar transcurre algo más movido que de lo habitual y he estado tan ocupada sirviendo hamburguesas, pizzas y refrescos en todas las mesas que hasta que Ethan no me ha avisado de que en menos de media hora cerrábamos, casi ni me doy cuenta de que el local está medio vacío.

Doy su respiro cuando veo que los de la última mesa se levantan tras pagar la cuenta y desaparecen por la puerta principal. Nada más estos desaparecen, Ethan se acerca a esta con las llaves en la mano y cierra. Luego gira sobre sus talones y se dirige hacia mi dando una palmada.

—Por fin, te juro que ya me estaba agobiando de ver a tanta gente.

—Ya... rezaré por ti. Creo que te espera un finde bastante divertido.

Veo como Ethan inclina la cabeza hacia un lado y con las cejas levantadas esboza una sonrisa.

—Ya veo... mujer con suerte—me señala con el dedo mientras se acerca a la barra para ayudarme a limpiar y guardar las cosas—Me gustaría verte sufrir los fines de semana. Podrías pasarte por aquí, sería divertido.

Fine LineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora