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CAPÍTULO 10

Overthinkin', Carly Bannister.


L U C A S

Solo.

Es lo único que soy capaz de repetirme una y otra vez durante toda la semana. Es como si no pudiese parar de pensar en otra cosa que no fuese esa. Me levanto por las mañanas, vengo a clase e intento entrar diez minutos antes de que la gente empieza a llegar, me siento en una de las últimas filas y me escabullo entre el ordenador y los apuntes. Solo, sin ningún tipo de compañía.

Es miércoles por la mañana y desde que volví de casa de mis padres el domingo no he dejado de pensar en cómo es mi situación en Lakewood. Un sitio en el que me he criado, en el que he crecido, al que he llamado hogar durante años... ahora me parece una pequeña, simple y extraña ciudad muy alejada de lo que he conocido. Y se que mis años de ausencia han tenido mucho que ver.

Lo único que consigue sacarme un poco de esta burbuja en la que siento que me estoy escondiendo son las tardes de entrenamiento con el equipo de baloncesto, que, aunque siento que me está costando mucho abrirme a la gente de aquí, tengo la impresión de que al menos con el equipo es mucho más fácil.

¿Lo habéis entendido todos?

Aparto la vista de los apuntes para fijarme en el profesor que está junto a la pizarra pasando un par de diapositivas y asiento sin siquiera saber a que narices. Miro el reloj que hay colgado en una de las paredes y para mi alivio veo que solo queda media hora de clase, así que cuando me quiero dar cuneta ya estoy saliendo de clase.

—Sí, claro... Oh, espera, acaba de llegar.

La voz de mi hermano llega desde el salón. Dejo las llaves en el mostrador que hay junto a la entrada y me acerco hacia donde está él. Cuando lo veo está sentado en el sofá hablando por teléfono.

—¿Con quién estás hablando? —susurro para que no puedan oírme desde la otra línea. No habla, pero puedo leer en sus labios como dice "es papá".

—Por mi estupendo, allí estaré. Sí, ahora te lo paso.

Sam se levanta del sofá y me pasa el teléfono antes de desaparecer por el pasillo.

—¿Papá?

—¡Ey chaval! ¿Cómo va todo por ahí?

—Eh... pues normal, como siempre.

—Hijo, tan comunicativo como siempre. Llevas casi una semana desaparecido.

—¿Qué? Pero si es Miércoles. Hace dos días que nos vimos.

—Ya bueno, pero a ver si respondes a los mensajes. Podrías ser como tu hermano y estar un poco más pendiente ¿eh?

Por el tono que usa sé que está bromeando, pero le conozco y se que no está diciendo ninguna mentira. Desde que volví el domingo por la mañana he estado algo ausente y apenas he mirado el móvil. Es como si estuviese totalmente inmerso en mis pensamientos y no prestase atención a lo que me rodea. Y se que mi padre tiene razón, aunque intente disimularlo sé que ha echado en falta mis mensajes asegurándoles que mi hermano y yo sabemos cuidarnos.

—Ya, tienes razón. Lo siento...

—Lucas, ¿va todo bien?

Me siento en el sofá y me quedo unos segundos en silencio. Solo escucho el ruido de las sartenes y los fogones que me indican que mi hermano está en la cocina.

—¿Por qué lo preguntas? —Intento usar el tono que más me permite fingir que no me esperaba la pregunta.

—Tengo la sensación de que este fin de semana no has estado bien. El sábado por la mañana estuviste muy callado ¿Me equivoco? ¿Hay algo que te preocupa? Igual son imaginaciones mías y está todo correcto, pero eres mi hijo y quiero que sepas que, si sucede algo, lo que sea, puedes decírmelo y...

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