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Waves, Dean Lewis

A P R I L


—¡Papá, Mamá, ya estoy en casa!

La voz de Lucas suena a mis espaldas mientras cierra la puerta. Se queda de pie durante un segundo a la espera de una respuesta que no llega.

—¿Hola? ¿Hay alguien en casa?

—Creo que no.

—Genial, toda la semana dándome la brasa para nada.

Pasa por mi lado y deja su chaqueta encima del sofá mientras yo me quedo quieta, observando.

Volver a esta casa es como abrir el baúl de los recuerdos. Creo que la principal razón por la que le he pedido si podía venir ha sido porque en muy poco tiempo demasiadas cosas han cambiado y necesitaba sentir que al menos algo seguía siendo exactamente igual. Lo que ha pasado con Maia no es que me haya sorprendido, creo que muy en el fondo era algo que podía esperar de ella pero que me negaba a ver. Sin embargo, hay algo en mi interior que se remueve al pensar en ello. Decepción diría. Quizás furia.

Pero me tranquiliza ver que esta casa sigue siendo la misma. Siguen teniendo esa foto familiar enmarcada en la pared, arriba de los sofás, dónde una versión de Lucas de unos ocho años saluda con una mano a la cámara y sonríe con un par de dientes menos. Siempre me ha parecido que sale adorable.

La casa también sigue teniendo ese olor característico de siempre. Es un olor fresco, casi marino que podría distinguir en cualquier lugar.
Sigue habiendo fotos de ellos en el alféizar de la chimenea y otras nuevas en sitios dónde antes quizás había un centro con flores. La estantería junto al sofá sigue estando llena de libros y las autobiografías que Sarah solía leer.

Mi mirada recorre toda la estancia analizando todos y cada uno de los rincones y sonrío al ver que en uno de los pilares que separan el salón con el pasillo sigue habiendo un par de marcas.

—No me lo puedo creer. — Me giro para buscar a Lucas con la mirada pero lo encuentro un par de pasos por detrás con su mirada fija en mí.

—Ah eso—Se encoge de hombros— Una reliquia familiar para mis padres, supongo.

Me acerco y me agacho un poco para observar las marcas de lápiz que hay sobre el blanco de la pared que indican las diferentes marcas de crecimiento de Lucas y Sam. No puedo evitar sonreír al ver como poco a poco las marcas de Sam dejaron de crecer y Lucas llegó a superar un par de palmos.

—Fíjate en esto, si eras un canijo.

Señalo la marca que hay trazada con lápiz verde y que indica su altura de cuando tenía doce años. Él se agacha justo a mi lado apoyando las manos en las rodillas y tan cerca de mí que la fragancia del champú y su colonia me envuelven. Huele demasiado bien.

—Tiene su gracia, un año después los canijos érais Sam y tu.

Señala una de las marcas que hay un par de centímetros más arriba y sonrío al ver como la marca de Sam de ese mismo año se quedó muy por debajo de la de su hermano.

—Sigo sin creerme que sigáis teniendo esto aquí. Pensé que habríais pintado las paredes o algo así.

—Claro. Si así quieres matar a mi madre.

—¿Tú crees?

—Ella piensa que nadie se dio cuenta, pero cuando volvimos la vi contener las lágrimas al ver las marcas.

Un remolino de nostalgia me invade al imaginarme a Sarah viendo esto después de tanto tiempo.

Aparto la mirada de la viaja pared en el momento en el que me levanto y me reincorporo. A mi lado, Lucas hace lo mismo y está tan pegado a mí que me obliga a levantar levemente la cabeza cuando este se queda frente a mí. Sus ojos son de un verde intenso. Algo se remueve en mi interior.

Fine LineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora