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Notion, The Rare Ocassion


L U C A S

Miro el reloj que hay en la mesita junto a mi cama, y veo que es la una y media de la mañana.  Joder, menuda mierda. Me incorporo poco a poco y me llevo las manos a la cara para quitarme las legañas y poder abrir un poco más los ojos.

No me duele la cabeza, pero en cambio me siento como si un camión me hubiese pasado por encima, y es una putada bien grande porque no debería sentirme así a pesar de ser sábado, porque esta tarde tengo mi primer entrenamiento y quiero causar una buena impresión, aunque dudo que con las ojeras que deberé tener piensen algo bueno de mí. Quizás hasta podrían confundirme con un fantasma.

La cosa es que ayer la cosa se nos fue de las manos y Sam y yo terminamos en un bar de mala muerte atiborrándonos de cerveza y celebrando nuestra mudanza porque sí, ahora íbamos a vivir los dos solos en Denver. Y cuando empiezo a recordar la noche de ayer...

Mierda. Mierda. Mierda.

¡Samuel!

Doy un salto y salgo de la cama, pero la cosa no sale bien porque en cuando pongo un pie en el suelo tropiezo con una de mis zapatillas y caigo de frente contra el suelo. Soy idiota. Me apresuro a levantarme y vuelvo a mirar el reloj para comprobar la hora. Me llevo las manos a la cabeza y alterado, me quedo plantado en mitad de la habitación inspeccionando con la mirada ¿Cómo he podido olvidarme? Juraría que había puesto la alarma en el móvil.

Mi móvil.

Empiezo a buscar el móvil por toda la estancia, apartando incluso las sábanas de la cama al ver que no lo encuentro. Cuando ya estoy a punto de pensar que lo he podido perder de lo borracho que terminé ayer, me doy cuenta de que está tirado en el suelo, bajo la cama. Me agacho para recogerlo y comprobar si ha sonado o no la alarma porque... me repito lo muy idiota que soy cuando me doy cuenta de que ayer no abrí la aplicación de alarma del móvil, sino la calculadora.

Gilipollas.

Luego me doy cuenta de que tengo tres llamadas perdidas de mi hermano y eso me sirve como aviso de que me de más prisa. Busco corriendo entre el montón de ropa de la silla una camiseta de manga corta y me pongo unos pantalones de chándal largos. Entro corriendo al baño para lavarme los dientes en tiempo récord mientras me echo una buena cantidad de desodorante por todo el cuerpo y después me miro la cara en el espejo. Parezco un fantasma.

Me paso la mano por el pelo, aunque lo único que consigo es deshacerlo más así que no le doy más importancia. Cuando vuelva ya me daré una buena ducha.

Me calzo con unas deportivas, salgo corriendo hacia el pasillo y, sin desayunar nada, cojo las llaves del coche que están junto al mueble de la entrada y salgo corriendo para dirigirme hacia el garaje.

Suelto una maldición cuando el nombre de mi hermano aparece en la pantalla de mi móvil y a mi no me queda más remedio que cogerlo si quiero seguir viviendo con él. Porque a penas hemos empezado.

—Tan responsable como siempre...

Iba a matarme.

—Lo sé, lo siento. Estoy allí en nada. Lo prometo.

—¿Qué dirían papá y mamá si les dijese que su hijo sigue teniendo la cabeza en marte y ha dejado a su hermano tirado?

Matarme, sí. Probablemente matarme.

—Cállate. No es gracioso, ya me siento bastante mal.

—Tienes cinco minutos.

¿Qué? Tiene que estar de coña, si el camino como mínimo son diez.

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