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L U C A S

Tengo la mirada clavada en ella. Está justo en la entrada de la cancha, junto a la valla de metal. Y yo he dicho esa estupidez de frase porque sí, ¿Cómo no nos va a gustar a los dos este sitio? Si prácticamente de pequeños lo hicimos nuestro.

Durante unos segundos el silencio es el protagonista de la escena. Yo permanezco de pie con la pelota bajo mi brazo y sigo manteniendo la mirada fija en ella, al igual que ella la mantiene en mí, o al menos durante un escaso segundo porque entonces desvía la mirada y se limita a asentir con la cabeza dándome una respuesta. No sé muy bien que decirle.

Veo como empuja la pequeña puerta con la cadera y se acerca lentamente. Lleva una chaqueta de deporte que seguramente sea mínimo dos tallas más grandes que la suya, unos vaqueros anchos y unas zapatillas con plataformas que seguramente no necesite porque ya de por si ella siempre ha sido una chica bastante alta.

—¿Te parece bien lo que llevo?

—¿Eh?

—¿Te gusta lo que llevo puesto? No sé, parecía como si estuvieses haciéndole un escáner a mi ropa... ¿Te gusta?

Frunzo el ceño y la miro algo confuso.

—No, no, estaba...

—¿No te gusta?

—¿Eh? No, ósea sí...

Vuelvo a fijarme en ella y enseguida percibo como está intentando no sonreír. Y teniendo en cuenta que hace dos días de nuestro último encuentro... eso me confunde un poco.

—¿Practicando? —dice señalando la pelota.

Vuelvo a centrarme, miro la pelota que llevo bajo del brazo y la sujeto con ambas manos.

— Simplemente estaba pasando el rato aquí. No tenía nada que hacer. —Me encojo de hombros.

Ella me hace un gesto con la mano para que le pase la pelota así que lo hago. Se la lanzo y la atrapa sin problemas a la altura de su pecho. La sujeta durante un segundo y luego empieza a saltarla paseándosela de un brazo a otro mientras se va acercando a mí. Se posiciona justo a mi altura y yo me doy la vuelta para mirar la canasta.

—¿Vas a tirar? —le pregunto al ver que no se mueve.  Levanta un poco la cabeza y me lanza una mirada desafiante, como las que solía lanzarme cuando éramos más críos y la retaba a cualquier estupidez para ver quien era mejor. Antes solíamos convertirlo todo en una competición.

—¿No me ves capaz de encestar? — vuelve a decir con su tono desafiante. Pero sé que está bromeando porque acto seguido veo como intenta contener su sonrisa.  Y yo hago lo mismo, así que me cruzo de brazos y vuelvo la vista a la canasta.

No dice nada más, se dispone a avanzar y cuando está justo en la línea de tiro separa un poco las piernas, flexiona las rodillas, y se impulsa para dar un salto antes de soltar la pelota. Un tiro perfecto.

—Vaya, veo que no has perdido la práctica.

—Me tienes en muy poca estima.

Asiento mientras observo cómo va detrás de la pelota para recogerla y después de saltarla un par de veces, me la devuelve.

—Así que ahora eres el nuevo fichaje del equipo, ¿eh?

Esta vez vuelve a sorprenderme su tono sarcástico.

—¿Has estado hablando mucho de mí? —Sé que estoy un poco confuso, así que esta vez soy yo quien usa el sarcasmo a la espera de que me siga un poco el rollo y pueda hablar con ella.

Fine LineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora