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I lost a friend, FINNEAS.


A P R I L

No puedo dejar de mover la pierna en señal de nervios. Estoy en la estación de tren ya que, como Oliver me había prometido, estaría aquí nada más terminase su turno. Nada más ha salido me ha escrito para decirme que  se subía directo al tren, así que teniendo en cuenta a la hora que me lo ha dicho, calculo que en unos minutos ya estará aquí.

Cuando ya estoy a punto de sacar el móvil del bolsillo para preguntarle si le falta mucho, ve como empieza a salir un grupo numeroso de gente, y entre ellas, veo el pelo castaño y rizado de Oliver.

Cuando nuestras miradas conectaron, veo como da un par de saltos haciendo que destaque entre la multitud y acto seguido ambos esbozamos una sonrisa. Me levanto, todavía con la sonrisa en mi rostro y observo como mi amigo se va abriendo paso entre la gente y cuando consigue apartarse un poco echa a correr. Suelta la maleta y se abalanza sobre mí, haciendo que tenga que retroceder un par de pasos para no perder el equilibrio y caerme de culo.

—Empezaba a pensar que nunca me invitarías.

Me da otro pequeño apretón y después se aparta un poco, sujetándome por los hombros. Yo no dejo de sonreír.

—Pues claro que sí... te he dicho un millón de veces que puedes venir cuando quieras.

Me mira, asiente y después se aparta completamente para ir a recoger su maleta, que con las prisas se ha quedado tirada en el suelo. Yo me tomo esos segundos que le toman para observarlo bien. Hacía ya un par de meses que no le veía. La última vez que había ido a Lakewood mi amigo se había ido de viaje con sus padres.

Sigue manteniendo la misma estatura (unos centímetros algo más bajo que yo), pero esta vez su pelo está mucho más rizado y su piel parece que ha ganado algo de color en esta última semana de vacaciones.

—¿Te vas a quedar ahí mirándome o me vas a enseñar tu batcueva?

—¿Batcueva? ¿A qué viene eso?

—Bueno, teniendo en cuenta que cada vez te dejas ver menos por Lakewood, supongo que te pasarás la mitad del tiempo metida en ese piso.

—¿Y la otra mitad? —le pregunto con una sonrisa divertida mientras empezamos a caminar.

—¿No es obvio? En la biblioteca.

—Ni siquiera llevamos una semana de clase... ¿y ya  piensas que estoy allí metida?

—¿No lo estás? ¡Oh, no me lo digas! ¿Te has echado novio?...

—Eh...

—... ¡no me lo puedo creer! ¿Quién es? ¿Lo conozco?

—... Oliver, yo no he dicho nada de eso—no puedo evitar reírme ante tanto entusiasmo.

—¿Entonces no hay novio?

—No—niego con la cabeza divertida— Siento decepcionarte.

El resto del camino hacia mi apartamento lo paso escuchando todo lo que tiene que contarme ya sea acerca de su trabajo, su familia y algún que otro ligue que ha tenido en estos últimos meses. No tardamos mucho en llegar a mi casa, ya que por suerte está bastante cerca de la estación de tren o cualquier línea de metro. Cuando llegamos y dejo las llaves sobre el mueble de la entrada, me hago hacia un lado para dejarle pasar y cierro la puerta.

—Wow... pensaba que sería algo más cutre, no sé... como el piso de mi abuela.

No puedo evitar soltar una carcajada.

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