Sinopsis

12.2K 841 135
                                    


—¿Qué quieres que haga? ¡Eh! ¿Como quieres que te trate si cada vez que te veo la veo a ella?

Amelia sintió sus labios temblar, sus lágrimas mojar sus mejillas por el efecto de sus palabras que no paraban de herirla.

—¡No soy ella! Es mi hermana, pero no soy ella. Solo quiero paz, que pares de atormentarme, de...—se detuvo ante el temblor de su mano contra su pecho conteniendo el llanto o las palabras que iban a cambiarlo todo.

—¿De qué? ¿huh?

—De querer hacerme pagar por errores que no son míos. Me tienes en tu casa hace semanas, no te conozco, no sé nada de ti y aun así te empeñas en que te desprecie. Quiero volver con mi esposo y mi clan.

Donovan bufó con furia. Cada vez que enfrentaba a la doble de su ex esposa su sangre hervía. ¿Cómo podía ser que Katerina tuviese una gemela y él no saberlo? ¿Cómo pudo escaparle semejante detalle?

¿Qué mas no sé de ti, Katerina?

—Eres igual a ella —acusó entre dientes con más rabia. Tantos recuerdos, tantos momentos en los que vio a Katerina llorar ahora los veía en Amelia —. Buscas que llorando sienta compasión por ti y eso no va a pasar. Ni siquiera te gastes en fingir que eres ciega porque eso no lo estoy creyendo hace días. Podrás tomar por idiota a tu esposo y a todo tu clan, pero a mi —golpeó su pecho acercándose a ella. Amelia retrocedió sintiendo el filo de la cama en sus piernas —, a mi no. Así que responde ¿Eres ciega o estás haciéndote pasar por una?

Para él fue imposible ignorar el cambio abrupto en aquel rostro tan delicado.

Aun temblando y tratando de no descomponerse, Amelia respondió, porque siempre debía hacerlo. Su esposo se lo había exigido hasta el cansancio.

—Tu...tuve un accidente hace poco tiempo. Los médicos creen que puedo recuperar la vista en el momento menos esperado —explicó con timidez, una que le volaba la cabeza a aquel hombre.

—Para rallarme toda la camioneta no has tenido problema —acusó achicando sus ojos analizándola.

No iba a admitir que el hecho de ella no poder verlo le daba pase libre para estudiar cada milímetro de su rostro.

—Que sea ciega no quiere decir que no pueda desenvolverme sola. Intenté escapar, pero ya me habías visto —confesó —. Déjame dormir, cuanto más tiempo lo haga más rápido se pasarán los días para volver con mi familia y olvidarme de un tipo como tú —refutó dejándose caer en la cama.

—No sabes cómo luzco, no tienes idea de a quien vas a olvidar.

Donovan tiró de su saco rabioso, su mano no paraba de recorrer su barba intentando controlar sus impulsos de cometer una locura ante esa mujer que no tenía que alzar la voz para discutirle, ni siquiera insultos.

—Ya tengo una imagen de ti, y créeme que solo quiero borrarla de mi cabeza.

Amelia lo sintió bufar y carraspear a la vez que le daba la espalda sobre la cama. Su enorme físico era imposible de evadir, aunque no lo viera lo percibía en el cambio brusco del ambiente, y el deseo de que le permitiera su espacio personal incrementó. La ponía nerviosa. Sus pisadas por el pasillo eran un delirio cada vez que se acercaba a su habitación.

Pero Donovan no se movió, al contrario, de manos cruzadas detrás de su espalda se tomó el tiempo de comprobar una y otra vez que tenía la situación bajo control, y si tuviera que vigilarle el sueño lo haría.

No creía en el mito de la gemela buena y la mala, no cuando sus rostros eran tallados de la misma manera.

Ahí importaba el físico, porque si iba por la personalidad Donovan sabía que hallaría una grieta abismal entre ambas. Una era oscuridad, cinismo, crueldad, otra era tranquilidad, serena, incapaz de matar una mosca. Prefirió ir por su apariencia, era eso o dejar que su mente confundiera dos personas que no podían diferenciarse, no para él.

—Comienza a rezar, Amelia —dijo sabiendo que ella podía oírlo aún fingiendo dormirse —, que ahora estás en manos de la Bratva.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora