Capítulo 30

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"Intentó sujetarle la mano, temía ingresar al evento y perderse entre tanta gente

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"Intentó sujetarle la mano, temía ingresar al evento y perderse entre tanta gente. Ya de por si sabría que terminaría en el baño encerrada queriendo huir de ese lugar.

—Por favor, ¿puedes sujetar mi mano? No quiero entrar sola —pidió entre susurros hacia su esposo.

—Amelia, ahora no es momento. Mi hermano está ahí junto a parte de Las Vegas.

—Ss-i, entiendo —carraspeó apretándola en un puño y caminando a su lado.

Ni siquiera la guiaba, fue llegar a la puerta que Maurizio dejó de decirle los pasos que restaban.

—Ana está viniendo hacia aquí. Te hará compañía mientras estoy en la reunión.

Podía imaginárselo con las manos en los bolsillos de su pantalón, hablándole frente a frente como si fuese una extraña que lo detuvo para hablar.

—¿Mi hermana está por aquí?

Maurizio giró su rostro hacia toda la sala de invitados. Desde allí, Katerina alzó su copa saludándolo.

—No.

—Qué raro, siempre llega primero que nosotros —resopló nerviosa —. Maurizio.

—¿Qué pasa, cariño?

Claro, para no mostrar afecto ante todos usaba esos apelativos cariñosos manteniéndola contenta. Pero nada de sujetar su mano, de un beso o de un simple abrazo.

—Cambia esa cara, Ame. Sabes que si me ven tan cariñoso se reirán de mí y daré una imagen débil —canturreó animándose a tocar su mejilla.

Dios, su contacto...cuanto lo había extrañado.

—Si, lo sé.

—Después en la casa no podré sacar mis manos de ti.

Amelia sonrió ruborizándose.

—¿Puedes acompañarme por lo menos hasta el baño?

—No vayas a esconderte ahí, que te conozco.

—Juro que solo serán unos minutos.

—Está bien. Lo que sea por ti —indicó con ternura. Amelia estiró su mano pensando que haría una excepción y la escoltaría de esa manera. Pero lo único que recibió fue el frío de su ausencia —. Venga, diez pasos derechos y cinco a la derecha.

Agachó su cabeza y dio los pasos indicados. Maurizio abrió la puerta del baño y la hizo entrar con apuro.

—Ana ya estará aquí cuando salgas.

Encerrada en ese lugar sintió sus ojos arder, su garganta secarse y su respiración atascarse. Por momentos creía que era una niña a la que mantenían con adultos para que no hiciera nada. Una mascota que Maurizio llevaba a las reuniones y fiestas.
No afecto en público. Esa era la primera regla."



Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora