Capítulo 16

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Amelia se levantó del sofá de la sala trasera, del que en los últimos días no salía

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Amelia se levantó del sofá de la sala trasera, del que en los últimos días no salía. Era tanto el tiempo que pasaba junto a Luka, con el permiso de Donovan, que no caía en cuenta del paso de las horas que terminaban en días.

Fueron los extraños sonidos que venían del pasillo que la hicieron dejar a Luka en la cama, y averiguar si era Ana levantada a esas horas o simplemente fue producto de su imaginación.

Deslizando su mano por la pared transitó el largo pasillo guiándose por la magnitud de los ruidos. Estaba cada vez mas cerca, tanto como para notar que eran jadeos cansados, de dolor. Ana no podía ser, no tenía aquella voz gruesa.

—¿Donovan? —preguntó con un poco de temor pegando su espalda a la pared. No obtuvo respuesta —. Donovan —insistió sin atreverse a meterse de lleno en la cocina. ¿Qué tal si era otra persona? Peor aún, gente de su clan. Se la llevarían de un solo tirón apenas la vieran y notaran su abdomen.

De pronto aquellos pensamientos la consumieron, y mordiendo su labio con fuerza para aguantarse, trató de pensar que no iba a correr peligro. Tenía que ser Donovan, nadie iba a ingresar a la casa sin su permiso. Él se lo aseguró, y ella le creía.

Decidida y luego de contar hasta diez o veinte, o treinta, salió del pasillo y se metió a la cocina donde los jadeos eran más fuertes y claros.

—Donovan ¿eres tú? —murmuró tanteando la mesada que estaba precisamente a cinco pasos mas a la derecha.

Mhm —indicó por fin.

Amelia suspiró aliviada.

—Creí que era al—

El estruendo en sus pies la hizo cubrirse. Estaba segura que lo que se rompió en mil pedazos eran los platos de la vajilla junto con el juego de copas.

—Donovan...por Dios —exclamó llevando una mano a su pecho. Era muy probable a esa altura que de tantos sustos el corazón iba a hacer un hueco y saltar —. Le diré a Ana apenas llegue que ayude a limpiar esto, quieres qu—

Sus palabras quedaron en el aire en cuanto sintió el peso chocar contra su brazo y desplomarse en el suelo. Era él.

—No, no, no —se agachó de inmediato —. Donovan, Donovan —lo llamó moviéndolo. Estaba boca arriba, su cabeza probablemente sobre la cantidad de vidrio que se rompió segundos antes.

Su pulso se disparó, sentía una puntada en la nuca ante la adrenalina y el desconcierto. ¿Estaría lastimado? ¿Cómo carajos iba a averiguarlo si Ana no estaba?

—Qué hago, ¡Dios mío! Qué hago —disertó con temor de que el panorama fuera mas grave.

Con sus piernas contra el torso de aquel hombre, sintió el liquido caliente tocar sus pies descalzos tornando la situación más complicada aún. Nerviosa, pero sobre todo llena de pánico, comenzó a tocarlo, tantear cada brazo, sus piernas, su abdomen y su cabeza para dar con el corte. No podía perder la cordura, eso se repitió como mantra enfocándose en lo que hacían sus manos.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora