Capítulo 32

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—¿Quieres que nos quedemos un mes más?

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—¿Quieres que nos quedemos un mes más?

—No, no. Yo no, Amelia es quien quiere —corrigió alzando su ceja.

Emilio dejó que Elliot fuera a buscar sus juguetes, ya no era necesario llevarlo.

—¿Y eso por qué?

—Supongo que será por Eleanor, últimamente tu esposa no se le despega —atinó severo —, y comienzo a creer que algo se trae entre manos.

—Siempre ves todo negativo en ella —rechistó Emilio dejando la taza de su café en la mesada.

Donovan lo contempló por largos segundos.

—Eleanor es la madre de tus hijos, no volveré a hablar sobre lo ocurrido cuando ya tienes una familia con ella. Pero no me culpes por querer tener un ojo encima de ella. Tu esposa sabe apañárselas muy bien para meterse en todo —explicó con cautela.

—Ah, ya veo —asintió comprendiendo el motivo de su queja —. No me parece mal que acompañe a Amelia a sus consultas. A ti supongo que si cuando no has podido ir a una —acusó con mesura.

Era cierto.

Ni Amelia lo había invitado, ni él volvió a insistir.

—Es Amelia quién decide por su embarazo.

—Pero te molesta no estar presente.

Donovan pasó su mano por sus labios pensativo, tratando de alivianar tanta preocupación sobre sus hombros. En apenas una hora Amelia debía ir a su ultima ecografía. No iba a insistir ni averiguar porqué debió a ir a tantas consultas en cuestión de poco menos de un mes, cuando la respuesta había sido clara frente a sus ojos; chequeos médicos, análisis de rutina, ecografías en 5D para poder conocer el rostro de su hijo. Todo impulsado y avalado por su cuñada.

Hoy por hoy, íntima amiga de Amelia, y compañera de consultas médicas.

—Estoy presente. Ese niño tendrá mi apellido.

—¿Cuál de los dos? ¿El que traerás esta misma tarde? —preguntó con sorna alternando su mirada entre su hermano y Elliot.

—Ni una palabra —advirtió quitando el teléfono de su bolsillo.

Todavía no recibía la llamada de la directora para ir a retirarlo. Sus manos hormigueaban de solo saber que esa sería la primera noche de Luka en su casa, en su hogar.

—¿Qué haces?

—Anotando los pasos que hay de la cama a la cuna, de la cuna al baño, del baño a la puerta —murmuró tecleando en el aparato, concentrado.

Emilio carraspeó y jugueteó con sus anillos. No terminaba de sentirse cómodo con el secreto de Amelia, para su suerte esa misma tarde terminaría el tratamiento y no tendría que estar cada día mirando a su hermano con el peso de esa responsabilidad de saber algo y no poder decírselo.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora