Capítulo 25

8.4K 776 357
                                    

—¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo? ¿A dónde me llevas?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo? ¿A dónde me llevas?

—Ya vas a saberlo —espetó contundente tirando de su brazo con apremio, esta vez su agarre era suave, diferente a aquella primera vez.

—¿Por qué estamos bajando estas escaleras?

Todo el trayecto por la casa fue memorizado, cada paso, cada pasillo que la alejaban de su habitación hasta llevarla a una nueva puerta y ahora lo que creía era un sótano.

El olor a humedad y encierro la hizo cubrir su boca con su brazo antes de terminar vomitando el desayuno.

—Vas a dejarme aquí encerrada ¿es eso?

—No.

—¿Y por qué me traes a este lugar que huele fatal? Quiero regresar a mi habitación —exigió plantándose sobre el último escalón.

Donovan resopló cansado.

—Son cinco minutos, tal vez menos.

—¿Para qué? ¿Qué harás en este lugar? —indagó frunciendo su ceño. El silencio fue contundente y podía jurar, incluso hasta imaginarse una sonrisa socarrona y poderosa sobre aquellos labios —. ¿Qué has hecho, Donovan? —balbuceó temerosa intentando retroceder, pero el agarre en su cintura se lo impidió.

—Vienes conmigo. Es importante que estés conmigo —espetó imperioso contra sus labios.

Unos sollozos se escucharon de fondo a pocos metros, y Amelia sacudió su cabeza negándose rotundamente.

—No quiero presenciar nada de esto, nada de esa crueldad que tienes.

Donovan rio con sarcasmo, ya la rabia se adueñaba de su cuerpo y tuvo que hacer doble esfuerzo para no culminar de una vez por todas el acto.

—Vas a hacerlo. Vas a estar ahí y escucharas lo que pasará, lo que tiene para decirte —dictaminó con firmeza, dejando a un lado esa cruda necesidad de arroparla y ponerla en una caja de cristal.

No, no podía ser siempre de esa manera. Amelia debía enfrentarlo todo, principalmente a su familia y él se los traería uno por uno así llorara a mares. Él no tendría piedad.

—Por favor...

—¿Por favor? —reiteró girando hacia ella a la vez que se metían por aquel lugar. Los lamentos cada vez eran más fuertes y Amelia cubrió sus labios sofocando su llanto —. Deja de llorar, no merece ni una lágrima de las que derramas. Ninguno de ellos ¿entiendes? Ninguno —bramó austero deteniéndose frente a la silla.

Cuatro de sus guardias estaban ahí, incluso León girando el cuchillo sobre su mano aburrido.

—Donovan, quiero irme por favor, te lo—

—Quítaselo —demandó con solvencia hacia uno de sus guardias.

—¡Amelia, Amelia hija! ¡Por favor!

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora