Capítulo 21

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—No creo que sea necesario pedir disculpas

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—No creo que sea necesario pedir disculpas.

—Hemos perdido el negocio por tu increíble idea. Es más que necesario —espetó Donovan cuando la camioneta ya había estacionado en la propiedad de los Aksan.

—En plena madrugada quieres que lo haga. Puede ser otro día.

—Lo haces cuando yo lo digo, y si digo que es ahora, lo es —sentenció acomodando el cuello de su buzo.

León apretó sus manos hasta que sus dedos estrellaron.

—Quien ha perdido el negocio ha sido Sergei.

—Con tu ayuda.

—No tuvo la suficiente habilidad para convencerlos —alzó sus hombros mostrando desinterés.

Donovan sacudió su cabeza sin dejar de mirarlo, de analizar lo estúpido que era su hermano. Parte de la culpa la llevaba él por permitirle tanto.

—A partir de ahora las tareas asignadas serán separadas.

—Es como me gusta trabajar, solo. Muchas gracias —admitió dando un profundo bostezo.

—Bájate de una vez.

—Solo diré que si vuelven a llamarme lunático...—canturreó silbando al abrir la puerta.

—No harás nada ¿has oído? Nada —dictaminó tirando de su saco al pararse a su lado. La inmensa mansión de los turcos ante ellos. No era novedad que quisieran instalarse también en Rusia, el petróleo estaba ahí —. Porque quien pondrá un cuchillo en tu cuello seré yo —amenazó con firmeza causando que León mirara hacia otro lado.

Ambos emprendieron marcha. Eran cerca de las dos de la madrugada y ahí estaban tratando de resolver una emergencia o de enfrentarse al pasado.

Subieron las pocas escaleras de la entrada. En la puerta, uno de los guardias saludó a Donovan meciendo su cabeza, pero colocó su mano sobre el pecho de León impidiendo su entrada. Este meció su cabeza sonriendo, de esa forma siniestra, como si su cabeza ya planeara la forma de matarlo.

—Viene conmigo. Es una reunión importante —explicó Donovan sin preocupaciones.

—Señor...

—¿No has oído? —se adelantó León.

—Su hermano tiene prohibida la entrada.

—Me hago responsable de lo que pueda pasar de aquí en adelante. Suéltalo —decretó con mesura, sus brazos relajados a cada lado de su cuerpo.

El guardia lo meditó algunos segundos.

—¡Eh! Saca el brazo o pasaré a través de él cortándolo en trozos —farfulló León entre dientes balanceándose. Su chaqueta negra abierta mostraba una camisa con los últimos tres botones prendidos.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora