Capítulo 11

7.7K 716 317
                                    

—No entiendo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No entiendo. ¿Para qué quiere cenar conmigo? No puede ser bueno.

—No lo sé, señorita. Es lo que me ha pedido hace unas horas —explicó Ana.

—Pero ¿solo nosotros? ¿Qué hay de ti? —curioseó dejando que acomodara su cabello.

—No creo que mi presencia sea del todo grata para este hombre. Por lo pronto es mejor no hacerlo esperar y ver qué quiere.

Tal vez iba a deschabarla. Ana tragó el nudo en su garganta, ya el peso de su conciencia era demasiado. Tenía en claro que todo lo hizo para protegerla, para que su corazón no fuera destruido, y porque bajo las amenazas de Maurizio no había nada mas qué hacer. Proyectó una realidad paralela frente a Amelia, aunque jamás creyó que llegaría tan lejos y embarazada.

—Dos meses —murmuró acariciando su abdomen con un leve, pero muy leve volumen —. Siento que los días se pasaban más rápido si pienso en mi situación. En el futuro de mi vida y la de mi hijo —confesó con simpleza, con ese deje de bondad que sus palabras soltaban a pesar de estar atravesando una catástrofe emocional.

—Ni siquiera verá pasar los meses. Cuando quiera darse cuenta no podrá ni pararse del peso de su abdomen. Seguro sea un bebé grande —dijo mientras la peinaba.

Por el espejo ante ella, Ana vio la sonrisa soñadora de una persona que le habían arrebatado todos y cada uno de los sueños. Eso era Amelia, forjarse nuevos cuando menos podía ver la luz, cuando el dolor por su matrimonio la golpeaba duramente.

—¿Es cierto que luego que nacen el tiempo pasa volando? Una de mis primas siempre dijo que cuando quieres darte cuenta ya están caminando. No quiero que pase eso, quiero disfrutar cada día, aunque no pueda...ya sabes —carraspeó ligeramente agachando su cabeza.

—Sus manos son sus ojos, señorita. Recuérdelo —apretó sus hombros dándole aliento.

Amelia sonrió con tristeza.

—Me gustaría conocer el rostro de mi hijo, no voy a negar que esa idea me atormenta —se sinceró cubriendo sus labios.

—Todo puede pasar. Quién dice que vuelva a ver en poco tiempo. Los médicos han dicho que eso es posible —la animó.

Amelia soltó un suspiro cargado.

—Sería un milagro. Uno que no creo tenga tanta suerte para que me ocurra.

—Confíe en el universo.

—O en tus runas —rio ligeramente —. Las llevas a todos lados contigo ¿cierto?

—En mis bolsillos viven.

—¿Ya las has tirado por Donovan? —curioseó de repente —. Seguro que lo que te han dicho esas piedras es lo que ya sabemos. Un hombre sin escrúpulos, malvado, oscuro, solitario —enumeró bajando el tono de su voz como si se quedara perdida en sus pensamientos.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora