Capítulo 35 - Extra

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—¿Quieres que abra un nuevo casino?

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—¿Quieres que abra un nuevo casino?

—No. Abrir un antro en el que ya tienes.

—¿Pero desde cuando tenemos salones de fiesta? —increpó León a sus hermanos —. Los negocios se hacen en el casino, y ahora pretendes que lo haga teniendo a gente bailando de fondo.

—Eleanor convirtió un casino en un antro por una noche —añadió Sergei despreocupado, creyendo que ayudaba

—Cállate —refutó León —. Eso fue solo una vez y nunca estuve de acuerdo. Si me encargo de los casinos como has dicho —lo miró prepotente —, no pienso convertirlo en un antro. A la media hora tendremos ese lugar lleno de adolescentes. ¿Debo recordarles a que nos dedicamos o ahora trabajamos para el Estado y el progreso de la ciudad?

Emilio rodó los ojos y apagó el cigarrillo en cuanto Elliot llegó a él hundiendo sus botas en la nieve. Últimamente, cada vez que lo veía reunido con sus tíos buscaba estar todo el tiempo con ellos, así fuera en el jardín de la casa de campo de Donovan y la nieve cubriera todos los árboles, y hundiera sus pies como si fuesa un muñeco.

A pocos metros de distancia, sobre la entrada de la inmensa cabaña, encontró a Eleanor ante la puerta pendiente a los pasos de Elliot, controlando que llegara a él sin mayores problemas.

—Los clientes lo piden, León. Y es lo que debes darles —señaló Donovan con las manos metidas en los bolsillos de su saco. El frío se tornaba insoportable, aun así, la familia se había reunido con el único motivo de celebrar el cumpleaños de Luka. Su primer cumpleaños.

Y mientras Amelia preparaba la mesa junto a Eleanor y los niños, creyó oportuno ajustar los últimos detalles del trabajo de León. Adentro no se podía ni mediar palabra con tantos niños, y qué decir de Amelia que le lanzaba miradas advirtiéndole que dejara los negocios de lado el día del cumpleaños de su hijo.

Sergei soltó una bocanada de aire. El humo que nunca ingirió salió de sus pulmones con fuerza.

—¿Quiénes lo piden? ¿Los malditos turcos? ¿Los que no han cedido aún el territorio que les hemos ganado? —increpó austero.

—Es tu deber reclamarlo, por algo te ocupas de los negocios en las calles y esa es una buena zona. Una inmensa esquina que puede beneficiarnos —recalcó Donovan.

—Mañana tienes esa esquina —aseguró entre dientes. Su chaqueta abierta permitiendo que el frío penetrara por sus huesos sin importarle.

—No es así como quiero que trabajes —negó con su cabeza —. Tengo quejas de tu comportamiento en el casino. No dejas entrar a nadie que no quiera negociar primero con la Bratva, no te presentas, no das una buena imagen y estas poniendo en juego la seriedad de esta organización con las peleas clandestinas que tienes en el sótano.

León le sostuvo su intensa mirada mordiendo su lengua ante la cantidad de insultos que deseaba soltar. La sangre le hervía, el ardor en su garganta quemaba ante el deber de guardar silencio frente al Pakhan. Donovan tenía ojos y oídos en todos lados, nada se le escapaba por más que él se las ingeniara para que el acceso al sótano pasara desapercibido.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora