Capítulo 27

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—¿De dónde has sacado todo ese material para tus pulseras? —preguntó interesada aguardando por la cuarta de esa semana

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—¿De dónde has sacado todo ese material para tus pulseras? —preguntó interesada aguardando por la cuarta de esa semana. Esta vez llevaba una "D", lo supo porque él se lo dijo y además pudo sentir la textura de la letra.

Su corazón se detuvo y el vuelco en su estómago la puso nerviosa. ¿Qué diría Donovan cuando la viera? Debería dar explicaciones y hasta ahora desconocía si aquel hombre estaba al tanto de las visitas de su sobrino.

—Las compré.

—¿Tú?

Ethan alzó sus hombros y siguió con su trabajo frente a la mesa mientras Amelia desayunaba.

—Si...nadie sabe que las hago, así que —chistó.

Amelia frunció el ceño sonriendo apenas. Tenía tantas preguntas.

—¿Cómo lo has hecho sin que nadie lo sepa? ¿De dónde has sacado el dinero?

—Lo compro desde mi Tablet —acotó sin mas —. ¡Listo! Esta tiene flores de color mmm, violetas y rojas —relató entusiasmado acercándose.

Amelia estiró su brazo para que la colocara. Como era ya costumbre, sacudió su mano sintiendo el resonar de aquellos dijes y pasó la mano sobre ellos.

—Hice una para mi tío Don.

—¿Y crees que la usará? —inquirió interesada, sobre todo porque no se lo imaginaba como un hombre que otra cosa más que esos anillos grandes.

—Si se lo pido —murmuró travieso entre risas.

Amelia sacudió su cabeza, era claro que iba a convencerlo, así como lo hizo con ella y todas esas pulseras que en cualquier momento llegarían a su codo.

Poniéndose de pie, se dirigió al baño al sentir unas leves nauseas. Ethan siguió en lo suyo, probablemente juntando todo el material antes perderse por el pasillo. Así eran sus despedidas, rápidas, sigilosas para que nadie lo descubriera.

Metiendo su caja de herramientas bajo su brazo, abrió la puerta dispuesto a irse, pero no contó con chocar de frente con las piernas de su tío.

Donovan agachó su cabeza y clavó su fiera mirada en aquella mata de rulos dorada que giraba su rostro hacia otro lado fingiendo que no lo había visto.

—¿Debo preguntar qué haces aquí metido sin mi permiso? —preguntó de brazos cruzados, impidiendo con su cuerpo que huyera.

—Eh...no...sé —frunció su ceño sin saber qué responderle.

Su tío miró hacia la habitación en busca de Amelia.

—¿Estás molestándola?

—¡No!

—Espero que lo que llevas en esa caja no sea tu conejo, Ethan, porque no tolero el olor que deja —advirtió alzando su ceja.

Dolido, pero sobre todo enojado, su sobrino apretó sus dientes en una rabieta.

Crueldad y prestigio © (Markov III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora