10- Ricitos de oro y la cabaña

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10- Ricitos de oro y la cabaña

-¿No podríamos seguir paseando solo un poco más? –se queja Yori, gira su cabeza para poder ver por encima de su hombro, Chris se encontraba sentado detrás de ella sobre el mismo caballo, el adolescente de rizos niega con la cabeza ante la petición...

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-¿No podríamos seguir paseando solo un poco más? –se queja Yori, gira su cabeza para poder ver por encima de su hombro, Chris se encontraba sentado detrás de ella sobre el mismo caballo, el adolescente de rizos niega con la cabeza ante la petición de la castaña

-No –responde como si fuese obvio- nos pidieron que vayamos por un medicamento, no a pasear, es peligroso y tu aun no montas sola de una forma adecuada –le recuerda

-Podría haber venido en mi propio caballo

-¿Para qué te caigas o te pierdas? –bromea el mayor, la niña de ojos color cielo frunce la nariz antes de girarse con un porte arrogante consiguiendo que su amigo soltase una risa, sabía que la pequeña se fastidiaba cuando él actuaba de ella forma pero eso era tan cierto como que no sabía montar sin morir en la subida o la bajada.

En realidad hubiera salido solo de no ser porque Sayoris logro convencerlo, de alguna forma siempre lo convencía, parecía ridículo.

-¿Y no podemos ir un rato al lago? –intenta convencerle entonces, un puchero escapa de su rostro infantil, Chris suelta una sonrisa burlona.

No lo admitiría pero le gustaba que Mavis y Sayoris hubiesen llegado a su campo, las cosas eran más animadas y al fin sentía que volvían a ser una familia. Se sentía como en casa.

-Mira, regresamos, dejamos la medicina y salimos a pasear ¿va? –Le propone el mayor con cierta resignación, la niña le observa con los ojos entrecerrados, como si dudara la veracidad de sus palabras- te lo prometo, lo haremos.

-¿Seguro?

-Seguro

-¿Y podemos ir a buscar ingredientes para mis cosas?

-...Podemos, Yori.

La niña sonríe con satisfacción como si se tratase de una niña con juguete nuevo y regresa la vista hacía el frente, apoyando la espalda contra el pecho de Chris mientras este continuaba manejando el caballo de regreso a la granja donde ahora convivían. Debía admitir que cabalgar se había vuelto una de sus actividades favoritas, le daba una curiosa calma interna en aquella realidad, podían pasear durante horas con el sol sobre sus cabezas, la brisa sacudiendo sus cabellos, observando paisajes que antes solo podría soñar, olvidando, aunque sea por un instante, que ahora la muerte y los cadáveres le rodeaban.

Era mágico.

-¿Todo en orden, pecas? –la voz cálida de Chris llega hasta su oído y ella sonríe anchamente, asintiendo un par de veces, el mayor se conforma ante dicha acción, agradeciendo de que esta vez no se hubiese quejado de que le llamase por aquel apodo.

Los curiosos ojos de la niña se remueven sobre el bosque, nota las ardillas y algunos roedores trepando los árboles, escuchan el suave piar de las aves y entonces... nota como un sujeto de cabellos dorados demasiado oscuros parece resbalar y volver a caer a un acantilado.

El ultimo lugar seguro | The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora