𝐕𝐈

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𝐕𝐈

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Jason.

Se puso sus zapatillas nuevas, listo para salir de aquella cabaña fría y vacía, cuando vio algo en lo que no se había fijado la noche anterior. Alguien había sacado un brasero de uno de los huecos de la pared para usarlo de dormitorio, con un saco de dormir, una mochila e, incluso, unas fotos pegadas a la pared.

Jason se acercó. Quienquiera que hubiera dormido allí, lo había hecho hacía mucho tiempo. El saco de dormir olía a rancio. La mochila estaba cubierta por una fina capa de polvo. Algunas de las fotos pegadas a la pared con cinta adhesiva se habían desprendido y se habían caído al suelo.

En una foto aparecía Annabeth; era mucho más pequeña, con unos ocho años, pero Jason sabía que era ella: el mismo pelo rubio, los mismos ojos grises y la misma mirada distraída de estar pensando en un millón de cosas al mismo tiempo. Estaba al lado de un chico rubio de unos catorce o quince años, con una sonrisa pícara y una coraza de cuero sobre una camiseta. Estaba señalando un callejón detrás de ellos, como si estuviera diciendo al fotógrafo: «¡Vamos a enfrentarnos a ellos en un callejón oscuro y a matarlos!».

Finalmente Jason cogió una de las fotos que se habían caído. Era una tira de fotos como las de un fotomatón: Annabeth y el chico rubio, pero con otra chica en medio de ellos. Debía de tener unos quince años, con el pelo moreno —cortado de forma desigual como el de Piper—, una cazadora de cuero negra y joyas de plata, de modo que parecía gótica, pero la habían pillado en plena carcajada, y saltaba a la vista que estaba con sus dos mejores amigos.

—Es Thalia —dijo alguien.

Jason se volvió.

Annabeth estaba mirando por encima de su hombro. Tenía una expresión triste, como si la foto le trajera malos recuerdos.

—Es la otra hija de Zeus que vivió aquí... pero no mucho tiempo. Lo siento, debería haber llamado a la puerta.

—No pasa nada —dijo Jason—. No es que este sitio me parezca mi casa.

Annabeth iba vestida de viaje con un abrigo de invierno sobre la ropa del campamento, un cuchillo en el cinturón y una mochila al hombro.

—Me imagino que no habrás cambiado de opinión con respecto a lo de acompañarnos —dijo Jason.

Ella negó con la cabeza.

—Ya tienes un buen equipo, y la mejor guía. Me voy a buscar a Percy.

Jason se quedó un poco decepcionado. Habría agradecido tener a alguien en el viaje que supiera lo que estaban haciendo y que no le hiciera sentirse como si estuviera arrastrando a Piper y a Leo por el borde de un precipicio.

—Lo harás bien —le prometió Annabeth—. Algo me dice que esta no es tu primera misión.

Jason tenía la ligera sospecha de que ella estaba en lo cierto, pero eso no le hacía sentirse mejor. Todo el mundo parecía creer que él era muy valiente y seguro, pero no veían lo perdido que se sentía en realidad. ¿Cómo podían fiarse de él si ni siquiera sabía quién era?

Miró las fotos de Annabeth sonriendo. Se preguntó cuánto tiempo hacía que no sonreía. Debía de gustarle mucho aquel tal Percy para buscarlo tan concienzudamente, y eso le dio un poco de envidia. ¿Estaba buscándolo alguien a él en ese momento? ¿Y si le importaba tanto a alguien y se estaba volviendo loco de la preocupación, y él ni siquiera era capaz de recordar su antigua vida?

𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐂𝐎𝐃𝐒©── ᴊᴀsᴏɴ ɢʀᴇᴄᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora