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Leo.

La visita de Leo estaba yendo estupendamente hasta que se enteró de lo del dragón.

El arquero, Will Solace, parecía bastante majo. Todo lo que le enseñó era tan increíble que debería haber sido ilegal. ¿Buques de guerra griegos de verdad anclados en la playa que a veces realizaban combates de entrenamiento con flechas encendidas y explosivos? ¡Mola! ¿Talleres de artesanía en los que podías hacer esculturas con sierras mecánicas y sopletes? Leo estaba en plan: «¡Me apunto!». ¿Que el bosque estaba lleno de monstruos y nadie debía entrar solo? ¡Genial! Además, el campanento estaba lleno de chicas guapas. Leo no acababa de entender el asunto del parentesco con los dioses, pero esperaba que no significara que era primo de todas aquellas señoritas. Eso sería un rollo. Por lo menos quería volver a ver a aquellas chicas submarinas. Desde luego, merecía la pena ahogarse por ellas.

Will le enseñó las cabañas, el pabellón del comedor y la palestra de los combates con espada.

—¿Me daréis una espada? —preguntó Leo.

Will le lanzó una mirada como si la idea le preocupara.

—Probablemente te la hagas tú mismo, teniendo en cuenta como sois en la cabaña nueve.

—Sí, ¿qué pasa? ¿Vulcano?

—Normalmente no llamamos a los dioses por sus nombres romanos —dijo Will—. Los nombres originales son griegos. Tu padre es Hefesto.

—¿Festo? —Leo había oído a alguien decir aquel nombre antes, pero aun así se quedó pasmado—. Parece el dios de los vaqueros.

—He-festo —le corrigió Will—. El dios de los herreros y el fuego.

Leo también había oído eso, pero procuró no pensar en ello. El dios del fuego... ¿En serio? Considerando lo que le había pasado a su madre, parecía una broma de mal gusto.

—Entonces, ¿el martillo en llamas que me apareció encima de la cabeza era algo bueno o malo? —preguntó.

Will tardó un rato en contestar.

—Te han reconocido enseguida. Eso normalmente es bueno.

—Pero el tío de los arcoíris y los ponis, Butch, habló de una maldición.

—Ah..., no es nada. Desde que el último líder de la cabaña nueve murió...

—¿Murió? ¿Fue una muerte dolorosa?

—Debería dejar que te lo contaran tus compañeros.

—Sí, ¿dónde están mis colegas de cabaña? ¿No debería estar haciéndome un recorrido VIP su líder?

—Él..., bueno..., no puede. Ya verás por qué.

Will se adelantó antes de que Leo pudiera preguntar algo más.

—Maldiciones y muerte —dijo Leo para sí—. Esto mejora cada vez más.

Estaba en mitad del prado cuando vio a su antigua niñera. No era la persona que esperaba ver en un campamento para semidioses.

Leo se paró en seco.

—¿Qué pasa? —preguntó Will.

Tía Callida. Así se hacía llamar, pero Leo no la veía desde que tenía cinco años. Estaba allí quieta, a la sombra de una gran cabaña blanca que había al final del prado, observándolo. Llevaba su vestido de viuda de lino negro, con un chal negro que le cubría el pelo. Su cara no había cambiado: la piel curtida y los penetrantes ojos oscuros. Sus manos arrugadas eran como garras. Parecía una anciana, pero no era distinta de como Leo la recordaba.

𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐂𝐎𝐃𝐒©── ᴊᴀsᴏɴ ɢʀᴇᴄᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora