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Annabeth.

Un sonido estridente hendió el aire. Annabeth vio un destello de luz con el rabillo del ojo.

Se volvió a tiempo para ver cómo una explosión abría un nuevo cráter en el foro. Un sofá en llamas voló por los aires. Los semidioses se dispersaron presas del pánico.

Esta tubo que maldecir a todo lo malo del mundo, las cosas no estaban yendo tan mal como había esperado, ni siquiera después de que Megara le comenzara a hablar en Griego, y como los Romanos les vieron con desconfianza.

Las cosas parecían realmente ir en buen camino, mas con Reyna, pero la paz duro poco.

—¿Gigantes? —Annabeth alargó la mano para coger su daga, pero no la llevaba encima—. ¡Creía que su ejército había sido vencido!

—No son los gigantes —los ojos de Reyna echaban chispas de ira—. Has traicionado nuestra confianza.

—¿Qué? ¡No!

En cuanto lo dijo, el Argo II lanzó otra descarga. Su ballesta de babor disparó una enorme lanza envuelta en fuego griego que atravesó la cúpula destruida del senado, estalló en el interior e iluminó el edificio como una calabaza de Halloween. Si hubiera habido alguien dentro...

—Dioses, no —Annabeth sufrió un acceso de náuseas, y por poco no se le doblaron las rodillas—. No es posible, Reyna. ¡Nosotros nunca haríamos esto!

Los perros metálicos acudieron corriendo al lado de su ama. Gruñeron a Annabeth, pero se paseaban con aire indeciso, como si se resistieran a atacar.

—Estás diciendo la verdad —consideró Reyna—. Puede que tú no fueras consciente de la traición, pero alguien debe pagar por ella.

En el foro, el caos se estaba extendiendo. Las multitudes se empujaban y arrollaban. Estaban empezando a producirse peleas a puñetazos.

—Es una masacre —dijo Reyna.

—¡Tenemos que detenerla!

Annabeth tenía la horrible sensación de que podía ser la última vez que Reyna y ella actuaran de acuerdo, pero corrieron juntas colina abajo.

Si hubiera estado permitido tener armas en la ciudad, los amigos de Annabeth ya habrían estado muertos. Los semidioses romanos del foro se habían juntado y se habían convertido en una turba furiosa. Algunos lanzaban platos, comida y piedras al Argo II, una medida inútil, ya que la mayoría de las cosas volvían a caer entre el gentío.

Varias docenas de romanos habían rodeado a Piper y a Jason, que estaban intentando tranquilizarlos sin mucha suerte. La embrujahabla de Piper no servía de nada contra tantos semidioses chillones y coléricos. Annabeth no se sorprendió de verlos junto, al final luego de ella marcharse con Reyna, Percy había arrastrado a Megara dioses sabían donde, ella había querido irse con ellos, estar con su novio y su mejor amiga para pasar un buen rato, pero Reyna no se lo permitiría sin hablar antes.

A Jason le sangraba la frente. Su capa morada había acabado hecha jirones. No paraba de decir: «¡Estoy de vuestra parte!», pero su camiseta naranja del Campamento Mestizo no ayudaba a mejorar la situación; ni tampoco el buque de guerra que flotaba en lo alto, disparando lanzas en llamas contra la Nueva Roma. Una cayó cerca y convirtió en escombros una tienda de togas.

𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐂𝐎𝐃𝐒©── ᴊᴀsᴏɴ ɢʀᴇᴄᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora