Severus mentiroso

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Severus mentiroso


Harry se había encerrado en un aula abandonada del séptimo piso, agazapado contra la pared, sentado en el suelo con las piernas encogidas, escondiendo en las sombras el dolor que resbalaba por sus mejillas en forma de lágrimas. No sabía qué le lastimaba más, si los besos de Severus que aún sentía en sus labios, o el beso que le viera dándole a Ángelo. Se sentía confundido y anhelaba una respuesta que justificara lo sucedido, pero no la encontraba. El aula tenía una sola ventana y desde ahí vio como el sol salía en el horizonte para dar comienzo a un nuevo día, y para él, ese nuevo amanecer le significaba mucha tristeza, ese día tendría la respuesta y mucho temía que no sería la que hubiera gustado obtener.

Todas esas horas soñó imaginándose a Severus buscándole por el castillo, deseoso de encontrarlo y decirle que lo amaba, que lo que había visto era un error, una jugarreta de su imaginación y estaba dispuesto a creerle. Rogaba por escuchar sus pasos acercándose, pero sólo hubo silencio hasta que por la ventana llegó la lejana algarabía de algunos de sus compañeros que jugaban ruidosamente en los patios... ¡Cuánto les envidió, quería ser así, no deprimirse por alguien que lo había besado para luego olvidarse de él!

Se puso en pie sintiendo como sus músculos engarrotados le dolían con el más mínimo movimiento. Ni siquiera fue a la Torre a bañarse o cambiarse de ropa, tampoco bajó a desayunar ni a prepararse para sus clases, silenciosamente tomó el camino más desierto a las mazmorras, decidido a no irse sin obtener una explicación.


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Severus, permaneció impasible mirando el cielo mientras sentía la mano de Ángelo rozar cariñosamente sus mejillas, éste estaba mirándole sin ocultar su amor y su felicidad por haber pertenecido al hombre que amaba. Su encanto se desbordaba sin control, algunos gorriones y canarios cantaban sobre los árboles cercanos. Severus sonrió mordaz ante el efecto que causaba el estado de ánimo de su ahora pareja.

— ¡Te amo! —dijo Ángelo abrazándose a él, hundiendo su rostro en el pecho del otro profesor.

— Abbatelli, no es para tanto.

— Para mí ha sido la noche más grandiosa de mi vida.

— ¿Aunque las rocas y el césped frío hicieran todo muy incómodo?

— No fue incómodo... ¡Fue hermoso, y soy el hombre más dichoso del mundo!

— ¿Puedes espantar ya a esos pájaros ruidosos?

— No, ¡Soy feliz, inmensamente feliz y quiero que este día, todos lo sean, quiero que sientan mi felicidad como suya!

— Vamos, tenemos que regresar al colegio, hay clases que nos esperan.

— ¿No podríamos tomarnos unos días? ¿Cómo luna de miel? —propuso besándole suavemente en los labios.

— No creo que a Albus le haga mucha gracia quedarse sin dos profesores sin previo aviso. Anda, levántate, que tenemos que ir a decirle a Albus que su profesor de Pociones sigue vivo.

— Y que el de Defensa anda volando por los cielos de la felicidad.

Severus sonrió a medias antes de ponerse de pie y ayudar a Ángelo a hacer lo mismo, mientras se vestían, Snape aprovechó que no lo veía para mirar hacia el castillo y ensombrecer su rostro... "Harry" pensó, y un clavo de metal ardiente se hundió en su corazón. Agradecía que Ángelo hubiera expandido su alegría a los alrededores, pero a él no le hacía el suficiente efecto, nunca iba a poder ser feliz si en poco tiempo tendría que enfrentarse a quien amaba y dar por terminada cualquier esperanza.

Mientras se dirigían al castillo, Snape miraba asombrado como la emanación de felicidad de Ángelo se reflejaba en los alumnos con los que se cruzaban en el camino, todo parecía un cuento de hadas, con niños riendo felices, pájaros cantando por todos lados, hasta el calamar gigante chapoteando ruidosamente en la orilla... ¿Podría soportar eso Severus Snape por el resto de su vida? sintió náuseas, de repente sentía náuseas hasta de él mismo.

Enfermo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora