Acorralado
Esa noche, Harry se encontraba en su cama de hospital, con su bebé a un lado. No se cansaba de mirarlo, de recorrer con su dedo índice cada contorno de su rostro. Aún sentía que su corazón latía desbocado cada vez que tomaba consciencia de lo que era ese pequeño ser en su vida... un hijo. Acababa de tener un hijo.
Y era el hijo más hermoso que le podía haber dado la vida, aquel que provenía del hombre que amaba y que lo amaba, era la culminación del gran amor que había nacido entre ellos. Besó al pequeño sintiendo que todo había cambiado, que ahora tenía a alguien por quien velar, por el que sería capaz de todo... lo más importante en su vida, aún más que Severus, aún más que él mismo. Ese hermoso bebé de brillante cabello oscuro, que suspiraba entre sueños dejando escapar un suave sonido que le llegaba al corazón, lo hacía sentirse fuerte, aguerrido contra quien se atreviera a intentar herirlo.
Seguía recorriéndole con su dedo, admirando su piel suave y delicada, sonrió pensando en la piel de Severus, tan blanca como la de su bebé, sólo esperaba que no llegaran a gustarle las mazmorras, y disfrutara salir al sol a volar sobre escobas, pero no importaba de todos modos, le amaría aún más, si eso era posible, si llegaba a parecerse a su padre. Sus negras cejas y pestañas le daban la esperanza de no equivocarse con lo único que esperaba que su hijo tuviera, los ojos hermosos de Severus.
Se acurrucó más contra él, sintiendo que era el pequeño quien le brindaba calor y no al revés. Volvió a besarlo en la mejilla, sonriendo al percibir que olía como Severus, aunque de una manera más pura y refinada... se resistía a dejarlo en la cuna que habían dispuesto para él, no había lugar más seguro que sus propios brazos.
Estaba luchando con todas sus fuerzas para que la tristeza no le agobiara, ese era un momento de felicidad. Sin embargo, el hecho de no tener noticias de Severus desde esa mañana le atormentaba. Cuando sintió la puerta abrirse su corazón volvió a latir con fuerza y tuvo que mantener su sonrisa cuando vio que quienes entraban no era Severus, sino sus amigos.
— ¡Ron, Hermione!... ¡que gusto me da verlos!— Vengo a conocer a mi hijo. —bromeó Ron—. ¿Es pelirrojo?
— Si fuera pelirrojo Severus me mataba. —respondió divertido—. Se parece a él, mírenlo... ¿a que es hermoso?
— ¡Que dulce! —exclamó Hermione enamorada del bebé que Harry les mostró—. Y sí, es bellísimo, Harry. Muchas felicidades.
— Gracias, Hermione.
— Sí, está mono. —aceptó Ron con timidez—. Y no, no se parece a tu profesor consentido, y a propósito ¿dónde está él?
— Supongo que con Ángelo. —respondió sin desdibujar su sonrisa—. También nació su hija el día de hoy ¿no lo sabían?
— No. —respondieron los dos al unísono—. Como ya terminaron nuestras clases y sólo se prepara la graduación no nos llamó la atención no verlo. —agregó Hermione—. ¿Cómo te sientes?
— Bien... estoy bien.
Hermione iba a decir algo pero la entrada del profesor Dumbledore se lo impidió. Harry presentó a su hijo con el Director, pero no podían quedarse demasiado tiempo, así que poco después, Harry volvió a quedarse solo. Acurrucándose junto a su hijo comprobó que se sentía un mucho mejor luego de la visita de sus amigos, aún echaba de menos a Severus, pero teniendo a su bebé a su lado podía sentir que todo estaría bien. Con él debía de bastarle y en poco rato consiguió quedarse dormido, agotado por todo lo que había vivido aquel día.
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Enfermo de amor
FanfictionEl amor desmedido puede ser la perdición de cualquier persona. Es tan peligroso no saber amar, como amar demasiado. Harry creía conocerse bien, pero cuando va descubriendo sentimientos desconcertantes surgidos hacia su Profesor comprueba que hay muc...