Amor filial

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Amor filial



Severus quería separarse de Ángelo, pero estaba tan asustado que ni siquiera sabía cómo moverse, ahora no podía pensar en nada más que en Beth. Harry miraba todo sin saber qué hacer. Albus fue el primero en movilizarse y regresó a su despacho. Justo entonces Harry recordó que ahí había dejado a Axel y sintió que el alma se le escapaba del cuerpo, corrió tras el director. Severus comprendió lo que había temido y no esperó más, se deshizo de Abbatelli y corrió tras de Harry. Pronto habían sobrepasado al director y ambos llegaron al despacho de Dumbledore respirando aliviados al ver que Molly continuaba ahí, jugando despreocupadamente por el pequeño Axel.


Harry corrió a abrazar a su hijo y Severus hizo lo mismo, pero sólo por un segundo, a pesar de que agradecía con todo su corazón que su hijo estuviera bien, no podría descansar hasta que no tuviera a Beth en sus brazos.


Al llegar Dumbledore, vieron que Ángelo venía con él, aun llorando angustiado por la desaparición de su hija. Tanto Harry como Severus se olvidaron de lo sucedido unos minutos antes, conmovidos por el dolor que reflejaba sus ojos aceitunados. Le vieron irse a sentar triste y calladamente en uno de los sillones.


Albus mandó llamar a todos los fantasmas y habitantes de los cuadros, esperaba que alguno de ellos supiera lo que había pasado. Entrevistó a uno por uno, pero nadie le daba ninguna pista. Harry apretó la mano de Severus solidario con su dolor obteniendo una tenue sonrisa como respuesta, pero no dijeron nada.


Por fin, Sir Cadogan apreció ante ellos blandiendo su espada, orgulloso de tener noticias que ayudaran a los pobres incautos que habían sido engañados tan vilmente.


— ¿Un hombre rubio? —repitió Dumbledore ante lo que acababa de informarle el caballero.

— Así es, mi Señor, alto, elegante, y muy, pero muy descortés.

— ¿Malfoy? —preguntó Harry quedamente obteniendo un tenue asentimiento de Severus.

— ¿Sabe a qué hora sucedió eso?

— Hará tres cuartos de hora aproximadamente, le vi salir corriendo y tropezar con una armadura. Le seguí hasta la salida indicándole que no podía irse sin remediar sus estropicios ¡pero me ignoró el muy bellaco!

— Muchas gracias por su información, Sir Cadogan. —dijo Dumbledore a la pintura.

— Encantado de poder ayudarles.


Un silencio sepulcral se formó en cuanto volvieron a quedar solos. Sólo era roto ocasionalmente por los sollozos amortiguados de Ángelo, quien lentamente bebía una poción fortificante que le diera Dumbledore para poder continuar ahí ahora que había una razón más poderosa para no derrumbarse.


— Si fue Lucius, mi hija ya...

— ¡No te atrevas a decirlo, Abbatelli! —ordenó Snape consiguiendo que el Veela guardara silencio.

— ¡Lo lamento tanto! —se disculpó Ángelo cubriéndose el rostro arrepentido—. ¡Si no la hubiera dejado sola, si no hubiera retrasado nuestra llegada al cuarto, si no...!

Severus dejó su lugar junto a Harry para acercarse a Ángelo, éste le sintió y se sobrecogió asustado ante lo que el otro Profesor le haría, cualquier cosa era poco con lo que creía merecer. Pero lo que nunca esperó fue que Severus se sentara junto a él y le abrazara.


— De nada sirve culparse ahora —le dijo con gravedad—. Ahora tenemos que estar unidos para encontrar a Beth... ella va a estar bien, te lo prometo.

Enfermo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora