La verdad del Veela

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La verdad del Veela


Severus llegó hasta la cocina y tomando un poco de polvos flu los echó al fuego haciendo brotar llamas verdes.

— ¿A dónde vas? —preguntó Ángelo alcanzándolo antes de que entrara a la chimenea.

— A Hogwarts, aquí no tengo nada qué hacer. —respondió sin volverse a mirarlo, aún con su voz alterada por la discusión con Harry.

— Severus no puedes irte. —intervino Dumbledore—. Tenía pensado pedirte que escoltaras a Harry hacia el colegio, el peligro continúa y sólo puedo confiar en ti.

— No es conveniente, Albus, y Potter tampoco querrá, busca a alguien más.

— ¿Ángelo?

— ¿Yo?... no, yo no. —se negó el Veela con algo de nerviosismo—. Últimamente las cosas no andan bien entre Harry y yo, lo has visto, Albus, así que no me pongas en posición de soportar sus altanerías.

— Harry no puede quedarse solo en Grimauld Place y yo tengo que irme.

— Envía por Arthur, o regrésalo a la Madriguera. —sugirió Severus con impaciencia—. El hecho es que ni Abbatelli ni yo lo custodiaremos, Albus... Vamos, regresemos a Hogwarts de inmediato.

Severus atravesó la chimenea seguido por su pareja. Albus suspiró resignado, sus ocupaciones debían esperar, ahora él sería el encargado de custodiar a Harry. Ninguno de los tres notó que Harry los había estado escuchando tras la puerta, con el corazón cada vez más destrozado de enterarse que Severus se rehusaba a cuidar más de él... estaba tan dominado por el embrujo de Ángelo que no quería creerle pese a haberle dado pruebas fidedignas de que él decía la verdad.

Harry regresó a su actitud callada y apática, se refugió en su habitación sin hablar con nadie. Dumbledore apenas consiguió un tenue gruñido cuando le comunicó que se iría con él a Hogwarts esa misma noche. Al llegar al castillo, Harry fue directo a su Torre mientras Dumbledore le miraba intrigado... debía averiguar enseguida lo que pasaba, fuera lo que fuera, Harry estaba siendo afectado sobremanera y eso le preocupaba. Así que mandó llamar a Severus a su oficina, era hora de que tuvieran una larga charla.

El profesor de pociones se apareció unos pocos minutos después, fue a sentarse frente al escritorio del Director de manera profesional, en espera de las siguientes indicaciones para su trabajo.

— ¿Y bien, Albus? Soy todo oídos. —le dijo al ver que el anciano caminaba de un lado a otro meditando cómo comenzar aquella conversación.

— Severus... necesito que me respondas con sinceridad, hay muchas cosas que escapan de mi entendimiento y eso me aturde.

— Entiendo. —se burló sin poder evitarlo—. Como siempre, todo quieres saber... ¿cuál es el problema? ¿estás molesto porque no quise custodiar a Potter?

— Primera pregunta... —empezó sin responder a su cuestionamiento—... en Grimauld Place hubo un momento que lo llamaste por su nombre.

— ¿Yo?... creo que escuchaste mal. —respondió con asombrosa veracidad.

— No, no fue así. Segunda pregunta... ¿para qué quería Harry hablar contigo?

— Tonterías de niño malcriado.

— Tercera pregunta... ¿Por qué saliste molesto luego de esa entrevista con Harry?

— Porque sabes que no lo tolero, Albus. —respondió poniendo los ojos en blanco.

— Cuarta pregunta... ¿Por qué Harry está tan extraño luego de esta tarde?

— No lo sé, y no me interesa. Siempre has sabido que lo que le pasa a Potter no es de mi incumbencia, y menos ahora que el Señor Oscuro ya no existe.

Enfermo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora