El Encanto desplegado

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El Encanto desplegado


Harry no dijo a nadie nada de lo sucedido en la visita de Severus, no quería estropear la fiesta aunque en su corazón se refugiaba la tristeza más grande de su vida. Le fue increíblemente difícil sonreír pero lo consiguió y compartió con todos la alegría de su cumpleaños. El único momento en que fue realmente feliz fue cuando hundió su dedo en el betún de su pastel para darle una probadita a su bebé consiguiendo que Molly lo reprendiera escandalizada por no saber que un niño tan pequeño no necesitaba de esos postres.


Harry se encogió de hombros, era feliz sintiendo la lengüita de Axel retirándole el betún aunque después terminara haciendo pucheros de repugnancia... él prefería su leche y no esa cosa tan pastosa y dulce.


Más noche, la mayoría se habían ido a dormir, pero Harry permaneció en la sala, miraba en silencio como Ron jugaba con Axel quien se resistía a dormirse aún y exigía que se le paseara por la habitación imitando un pequeño avioncito, en cuanto Ron se detenía de inmediato gritaba iracundo consiguiendo que el pelirrojo continuara el juego.


— No tienes porqué consentirlo tanto. —le dijo Harry—. Mañana debes ir al Ministerio con tu padre y será mejor que te vayas a descansar.

— ¿Y perderme de pasar tiempo con mi ahijado? ¡Claro que no!... Si ahora que los tengo en casa casi ni me dejan estar con él, cuando te vayas con Snape mucho menos.

— Eso no va a pasar. —le dijo bajando la mirada.

— ¿Porqué? —preguntó sin abandonar el juego.

— Si repudia a Ángelo, perderá sus derechos con Beth... Severus nunca haría eso.

— ¿Y si logran que Ángelo repudie a Snape?

— ¿Ángelo a Severus? —repitió intrigado, eso no se le había ocurrido.

— Supongo que se aplicarán las mismas medidas ¿no?... sería Abbatelli quien perdiera los derechos sobre la niña.

— No creo que sea así. —respondió desanimado—. Las leyes Veelas son muy individualistas, todo es pensando en su bienestar, y Severus no es Veela... ese trato ha resultado casi en una esclavitud mal disfrazada.

— Puede ser, pero intenten averiguarlo.

— De todos modos lo veo imposible... Ángelo está aferrado al amor de Severus, nunca le repudiaría, primero preferiría morirse que perderlo... y en eso puedo entenderlo.


Las últimas palabras de Harry estaban tan cargadas de dolor que Ron ya no se atrevió a decir nada para evitar ponerlo más triste. Así que, cambiando de tema, acercó al niño a su amigo para que con su compañía pudiera hacerlo volver a sonreír.


Los días pasaron, Harry se esforzaba por no estar siempre tan triste, y todos a su alrededor también ponían su granito de arena en distraerlo, habían pasado cuatro días y Severus no había vuelto, mandaba cartas y regalos todos los días pero no era suficiente, nunca había pasado tanto tiempo sin verlo, Harry le extrañaba mucho e incluso Axel parecía reclamar la presencia de su otro padre. A veces se quedaban los dos en silencio, sentados en una banca del jardín esperando por un milagro.


Una mañana, Harry se levantó muy temprano, y cuando bajó a preparar el biberón de Axel entró la lechuza que llevaba El Profeta, le pagó y se dispuso a hojear el periódico mientras esperaba que la leche se calentara, eso era algo que le gustaba hacer a la manera muggle.

De pronto, sus ojos se toparon con una fotografía que le obligó a sentarse sin dejar de mirarla. En ella aparecían Ángelo y Severus sentados junto con algunos otros personajes a los que Harry no prestó atención. Habían acudido a una reunión del Ministerio donde intentaban continuar con las alianzas entre las diferentes razas de magos.

Enfermo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora