Amor hasta el final

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Amor hasta el final

Cuando despertó, Harry se encontraba en la enfermería del colegio, miró a todos lados, estaba solo y un pánico angustiante le invadió. Se acurrucó contra la pared, cubriéndose con su sábana hasta el cuello, intentando huir de voces que le gritaban en su cabeza, de sombras que salieron por las paredes acechándolo tenebrosamente. Un ruido lo hizo saltar en su lugar, palideciendo totalmente al ver que una sombra más densa se le acercaba, gritó asustado tapándose los oídos ante las voces que no se iban.


— ¿Harry, estás bien? —le preguntó una suave voz que se coló entre las otras, la conocía a la perfección, pero no pudo responderle, las sombras estaban cada vez más cerca—. Harry, no te preocupes, le avisaré a Poppy para que te dé algo, así podrás dormir tranquilo.


Pero Harry no quería dormir, sólo que no pudo decírselo al Director, la voz no le salía, y lo único que podía hacer era seguir encogido rogando desesperadamente para que las voces se callaran y lo dejaran en paz. No pasó mucho tiempo antes de escuchar a alguien más, otra persona conocida, la enfermera. Pomfrey le pedía que bebiera de algo, pero casi no podía entenderle, no paraba de mecerse de adelante a atrás con la mirada casi fuera de sus órbitas, sus pupilas se habían dilatado y apenas podía verse una minúscula franja verde rodeándola.


Dumbledore estaba preocupado, jamás había visto a Harry tan desequilibrado, pero se rehusaba a llevarlo a San Mungo como sugería la enfermera, lo último que deseaba era dejarlo en el mismo pabellón que a Lockhart, aunque ya hacía planes de buscar a los mejores terapeutas para que lo atendieran en Hogwarts.


Otra voz sobresaliendo entre los lamentos que Harry escuchaba, y ésta le hizo sentir un sabor amargo en la boca, recordaba el nombre... Ángelo. No quería verlo, pero no tenía caso preocuparse por eso, las sombras estaban justo a su lado ocluyéndole la visibilidad, pero luego vino esa otra voz, una que sí quería escuchar y se esforzó por entenderle por encima de los lamentos.


— Me quedaré con él.

"¡Sí... sí, por favor!" Pensó Harry al comprender que Severus se ofrecía a acompañarlo.

— No es necesario, Severus, aquí le están dando toda la ayuda que Harry requiera.

— Ángelo tiene razón, Severus. —secundó Dumbledore—. Ya hiciste mucho por Harry y te lo agradecemos, pero tú también tienes que descansar.

— Me quedaré. —respondió el profesor sin hacer caso de sus opiniones—. Ahora pueden marcharse, tampoco es necesario que estemos todos. Potter necesita tranquilidad, así que espero mantengas alejados a esa bola de escandalosos Gryffindor, Albus, te avisaré de cualquier cambio.

— Severus, me parece que...

— Abbatelli, tú deberías estar dormido ahora, toma todas las pociones que te indicó Pomfrey, ya no me hagas pasar por más problemas y regresa a la habitación a descansar, debes reponerte de todos los maleficios que recibiste.

— Ya estuve dos días en la enfermería, me siento mejor.

— He dicho que te marches a descansar, Abbatelli.

— Sí, pero me gustaría que vinieras conmigo, necesito que me acompañes, Severus.

— Ahora no puedo... iré más tarde. Regresa a la habitación o harás que me enfade.

Severus usó el tono más imperativo que pudo, a pesar de que sabía que su deber era más con Ángelo, no sólo por ser su compañero sino porque le había salvado de una poderosa maldición, no podía alejarse de Harry, primero debía asegurarse de que todo estaba bien, y al verlo, tenía mucho miedo de lo que pudiera estar pasándole. Ángelo no disimuló un mohín de disgusto pero ya no dijo nada y se marchó seguido de Albus dejando por fin solo al profesor con Harry.

Enfermo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora