Dos vidas

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Dos vidas


Severus estaba sentado junto a la cama de Ángelo, el Veela sonreía feliz mientras veía como una luz dorada emergía de su vientre con suaves destellos, cada vez que eso sucedía, apretaba la mano de Severus a su lado, no por dolor, no tenía ninguno, pero sí de la emoción de saber que pronto su hija vendría al mundo para terminar de unirlo al hombre que amaba.


— ¿Severus? —habló una voz a sus espaldas, y ambos profesores voltearon hacia la puerta sonriendo al ver a Albus—. ¿Puedes venir un momento, por favor?

— ¿No puede esperar, Albus? —preguntó Ángelo emocionado—. Mi hija no tardará en nacer, quiero que Severus vea, es algo que no puede perderse... ¡será asombroso, se los juro! Incluso puedes quedarte también, Albus, supongo que jamás habrás visto un parto Veela, es un evento que muchos pagarían por ver.

— No lo dudo, Ángelo, pero esto es importante.


Severus frunció sus cejas ante la seriedad de su amigo, y disculpándose con Abbatelli salió con el Director al pasillo.


— ¿Es Harry?... ¿Está bien? —preguntó temeroso.

— Creo que sí. Pero acaban de trasladarlo a San Mungo, también ha entrado en labor de parto, amigo.

— ¡¿Qué?!... ¡Pero aún no es tiempo!

— No te preocupes, parece que no hay problema. Sólo quería que lo supieras, yo iré con él mientras tú te quedas con Ángelo.

— ¡Claro que no! ¡Yo iré con Harry!

— Pero, Severus...

— Escucha, Albus, necesito que cuides de Abbatelli y me avises de cualquier cosa, pero ahora mismo me reuniré con Harry... no puedo dejarlo solo.

— Sé que lo amas, pero la hija de Ángelo también es tuya y no tardará en nacer. Es probable que Harry tarde un poco más, puedes ir después.

— ¡Que no! —negó fervientemente—. Yo espero que mi hija me perdone, pero he estado demasiado tiempo separado de Harry, dejándolo casi vivir solo el embarazo, no pienso abandonarlo ahora que más me necesita. Cuida de Abbatelli y dime dónde puedo encontrar a Harry.


Albus sonrió asintiendo y luego de decirle hacia dónde dirigirse, Severus salió corriendo hacia otro de los pabellones.

Al verlo, Harry sonrió a pesar del dolor intenso que sentía. Severus se aproximó hasta su lado, asustado al encontrarlo sobre una dura cama metálica, no pudo evitar hacer comparaciones, Abbatelli estaba sobre su mullido lecho del cuarto, todo limpio y perfecto, con cojines y encajes blancos, un ambiente cálido y optimista. Con Harry, era todo lo contrario, su cuerpo cubierto con una horrible bata de hospital, el rostro sudoroso, con el cabello pegándosele a la frente. Colocado en una incómoda posición que además debía resultar muy inquietante. Su corazón se estrujó al verlo así, no quería que sufriera, suavemente le dio un beso en la frente sin importarle el sudor.


— Severus... —dijo Harry jadeando fatigado—... viniste, otra vez no me has fallado.

— Este es mi lugar, nadie me apartará de tu lado. ¿Cómo te sientes?

— No tengo idea. —respondió sonriéndole—. Pero creo que feliz... ¿y Ángelo, está bien?

— Sí... no te preocupes, concéntrate en ti mismo, en nosotros.


Harry asintió, iba a decir algo más pero otro dolor se apoderó de él haciendo que estrujara fuertemente la mano de Severus, un gemido escapó de su garganta pero no se quejó. Una enfermera a su lado le indicó como respirar para relajarse y Harry le obedeció pero gruesas gotas de sudor caían por su cuello empapando la bata que llevaba puesta.

Enfermo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora