botecito de helado

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TRACY BYRNE.
Estoy a punto de encender el segundo cigarrillo, pero el pelinegro me detiene.
Lo miro con enojo y desconcierto
¿Cómo se atreve?

—esto te hace daño, deberías dejarlo.—hago una mueca.
Miro el cigarrillo que controla mi ansiedad, la cual probé desde que tuve mis dieciséis años. Claro que sé que es dañino, que te causa satisfacción, pero que te va matando lentamente.
¿Quién diría que un pequeño cigarrillo te alivia y mata?
—esto es lo que me salva, además no puedes venir y darme consejos cuando desde antes lo consumo.—contesto tajante.
—¿porqué dices que te salva un dañino cigarrillo?, eso es un arma letal que puede llevarte a ser una adicta.
—nunca lo entenderías.—señalo el cigarrillo.—es fácil juzgar a las personas por consumir esto, pero quien se detiene y pregunta el porqué lo hace.
Su silencio. Sabe que tengo razón.
—¿y tú porqué fumas?.
—solo me gusta.—me limito a decir.
—espero lo dejes, sino la nicotina terminará convirtiéndote en una adicta.
—sé las consecuencias, no tienes porque recalcarmelas.
Se encoje de hombros.
—solo te informó la verdad.
¿quién se cree?
Me dejó caer en el pasto artificial. Las heridas duelen pero ya no tanto, después de todo, el estupido de Sebastián compra buenas pomadas y medicinas para no dejar al descubierto que es un maltratador de mierda. Exactamente estamos en mi lugar favorito del instituto , la cual es la parte trasera  que tiene una hermosa vista de árboles frondosos.
Aún no entiendo cómo puedo estar acompañada de alguien, cuando siempre he estado sola. Aún no entiendo cómo puedo estar con Charlie connor, nunca le había prestado atención, pero algo me intriga y me incita a conocerlo.
Mierda, me estoy volviendo loca.
—¿puedo preguntarte algo?.—dice tímidamente.
Asiento mientras cierro mis ojos. Busco calma, y por un momento la tengo.
—¿porqué faltaste una semana a clases?.—las ráfagas de imágenes de todo lo que pasó en esa semana hace que se instale un nudo en mi garganta.
Siento su mirada pero no abro los ojos.
—problemas sin sentido.—me limito a contestar.
—no insistire.—abro los ojos y doy media vuelta para quedar frente al pelinegro.
Sus ojos oscuros a través de sus lentes resaltan sobre su piel palida. Por un momento tengo ganas de hundir mi mano en su cabello ondulado, ¿será sedoso como parece?. Es guapo, de eso no hay duda. Es el tipico chico que no se vería mal si llevara tan solo un costal sucio.
Sus mejillas se tiñen de un fino color carmesí y estallo en una pequeña risita. Una sincera.
—¿porqué estas como un jitomate?.—pregunto divertida.
Carraspea  su garganta. Tal vez encontrando la respuesta, o más bien la mentira.
—es por el frío.—el clima de la ciudad la mayoría de veces es fria. Pero obviamente eso no fue el motivo de su rojez.
—si, ajá y yo nací ayer.—enarca una ceja.
—¿tengo que adaptarme a tu sarcasmo?.
—nadie te pidió que estés aquí con una chica como yo.—murmuró.
—exacto, por eso  estoy aquí porqué yo quiero conocerte más aya de esa mirada fria y de esas palabras cortantes. Así que estoy por gusto en esta parte trasera del instituto en vez de estar en clase de cálculo.
Silencio. Nadie dice nada. Solo nos quedamos mirando.
Por primer vez me siento bien, sin ser señalada o hablando a mis espaldas.
—charlie.—de repente hablo.
—Tracy—asiento—me gusta más que me digas pelinegro.
Pero....¿qué?
Río con fuerza. ¿Tan bien se siente  reír de manera genuina y sincera?.
El me acompaña riendo.
—entonces a mi me queda lo de pelirroja.—digo sin querer y señaló mi cabello.—que estupidez estoy diciendo.
—no es ninguna estupidez.—responde.
—pelinegro.
—pelirroja.
No respondo. Saco de mi mochila un pequeño frasco de helado sabor a chocolate que agarre de la heladera en la mañana. Se está empezando a derretir.
Me siento en flor de loto.
—¿helado? ¿Con este clima?.—asiento.
—a mi me gusta.
El se acerca curioso.
—¿te gusta mucho?—asiento mientras doy el primer bocado.
—me encantaa.
De repente agachó la mirada, tardó unos segundos en recomponerme y le doy una sonrisa.
Me arrebata la cuchara.
—oyee.—me quejo y trato de agarrar la cuchara.—¡damelo! ¡damelo Charlie o te juro que me las pagarás! ¡ es mío, damelo!—el condenado es más alto que yo y se aprovecha de ello.
Rie por mis intentos fallidos de alcanzar mi botecito de lado.
Me está sacando de mis casillas y de una vez digo que no estoy del todo cuerda.
—debes ser compartida.—hace un puchero y lo hace ver tan tierno.
No entiendo  el porqué lo dejo, cuando no soy alguien que le guste compartir su cosas. No entiendo ni porqué estamos aquí sentados hablando, cuando siempre he sido alguien solitaria, reservada y desconfiada.
—pero si apenas nos conocemos.
—en eso tienes razón, perooo....esto es el inicio de una bella amistad.
—arrebatarme mi cuchara de helado te parece como el inicio de una bonita amistad, eso si que es nuevo.—digo divertida.
Asiente mientras se deleita del helado.
—te lo recompensare, te daré más botecitos de helado.
— eso me está agrandando ¿cumplirás?.
Asiente.
—siempre cumplo mis promesas.
—ok, lo has prometido, esperaré.
Reimos de nuevo.

■■■■
Recorro los pasillos, entro al aula de historia y al pasar por el pasillo que da hacia la última banca me detengo.
—ya llego la rara.
—mira como se viste.
—además de rarita, no tiene ni amigos, a veces me causa una lástima. Pero dicen que las más serias, son las más zorras.
Volteo y veo las cabezas del par de rubias que murmuran cosas sobre mi.
¿se están riendo de mí?
Regreso e impulso mi mano en el escritorio que comparten el trío.
Ellos me miran y les doy una mirada burlona, además mis ojos tan inexpresivos  les borra sus risas.
—escuche comentarios sobre mi ¿me los podrían repetir, ya que no escucho a gran distancia?.
Las tres se miran entre si, están nerviosas.
—son buenas para hablar mal de mi a mis espaldas, pero de frente no dicen nada. Que patéticas.—las desafío.
—¡te dijimos que eres una zorra!...—habla la rubia teñida. Creo que su nombre es Kate.
—eso lo sé.—digo sin interés.
—eres una rara.—¿eso es un insulto?.
Me río en la cara de la rubia de nombre Andy.
—gracias por recordarmelo.—veo como las tres caras se vuelven rojas.
Es tan gracioso.
La última rubia murmura por lo bajo <ya callense, saben que es una pelionera>

—si quieren decirme algo, me encuentro aya arriba en la última banca.—doy por finalizado este pequeña  conversación.
¿Qué se creen? ¿Qué me voy a ofender por sus patéticos comentarios?
Siempre he dicho, manténte en calma  en una situación, así tu oponente se saldrá de sus casillas.
Vuelvo por el pasillo y me doy cuenta que la mayoría de chicos y chicas me miran.
¿Qué se creen, que porque son las populares no les contestaré?
Me siento en la banca y Alex me saluda.
Le regreso el saludo, se sienta a mi lado.
—eso fue épico, te viste como alguien imponente.
Río.
—ya me tenían arta con sus cotilleos.—digo.
Alex es un chico con el que he entablado pocas conversaciones.
Tampoco soy cero social.

Holi!
Aw mi pelirroja sonrio....sonrio de manera sincera. Me gusta que sea feliz.
Gracias por su apoyo.
Voten y compartan.
Xoxo😇

El valor de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora