drogas

5 1 0
                                    

Entro por la puerta principal. Esta por amanecer.
Avanzo con lentitud y lo primero que recibo al avanzar por las escaleras es una bofetada.
—¿donde te has metido? ¿Porqué no me contestas el cerular?, tu padre está por llegar.—es lo primero que pregunta  Susan. Su voz es con suma preocupación. no por mi. Sino por los golpes que le puede dar Sebastián.
Me dejó caer en los escalones y no contesto.
¿Qué no te das cuenta madre?....estoy sumida en el dolor, estoy rota.
Ve mis ojos madre, ve cuán dañada está tu hija. Aquellas palabras se quedan atascadas en mi garganta. De nada sirve decirlas.
Se supone que las madres tienen ese instinto en el que se percatan como están sus hijos.

Susan repara en mi vestimenta y su semblante cambia a una de preocupación.
Trato de abrazarla. Trato de buscar una protección.
Siempre he dicho que soy fuerte, que no necesito a nadie, pero en estos momentos me han herido tan profundo, que solo quiero que alguien me proteja, solo quiero que alguien me diga que todo estará bien, aún cuando sea falso.
—mami por favor, esto duele.—mi barbilla tiembla.— ya no quiero sufrir, ya no soy tan fuerte. Ya no...quiero vivir.
—¿qué te paso Tracy? Dime quién te ha hecho esto.—me abraza con fuerza.
Las lagrimas resbalan.
—abusaron de mi—confieso en un tartamudeo.
Mi corazón late a toda prisa. Veo sus ojos que se han cristalizado. Nuestros ojos se encuentran y aquellos ojos verdes me miran con compasión.
—eso te pasa por andar de zorra en la noche.—volteo y me encuentro con los ojos azules de mi padre.—agh eres un puto asco. Y ni se te ocurra acudir a la estación de policía, sería el hazmerreír.

Ya no me importa mostrar que soy fuerte cuando ya he llegado al límite, ya no importa que vea mis ojos llorosos.
Avanza hasta quedar frente a mi, me sujeta la barbilla, la cual tiembla.
—¿entendiste?, no dirás nada y te callaras.—estoy por gritarle que he sido la víctima, que aquellos chicos merecen pagar en la cárcel. Pero al final calló. Esos ojos azules de repente me dan un miedo profundo.
—no diré nada.—logro tartamudear.  y  me habienta de un tirón, ocasionando que mi cabeza choque contra la escalera.
Siento una presión en mi pecho. Mi cuerpo tiembla.
—y tú.—señala a Susan.—tráeme mi desayuno, y muévete.
Sebastián sale de mi campo de visión.
Me aferro al pie de Susan.
—no me dejes....por favor.—susurro. Ella se agacha de nuevo y vuelve a abrazarme y deposita un beso en mi cabello.
—¡mueteve y tráeme mi desayuno, no querrás verme enojado tan temprano!—vuelve a gritar Sebastián.
Veo en los ojos  de Susan que se debate entre ir o quedarse.
Quédate junto a mi.
Hay unos segundos o minutos donde solo  veo esos ojos verdes. De repente sus brazos dejan de sujetarme.
eligeme a mi.—dejo salir esas palabras que en muchas ocasiones quise decirle.
Sus brazos dejan de envolverme y ahí esta la respuesta.
No me eligió.
Sebastián siempre será su verdugo.
—ve a darte un baño, ahora subo.—dice Susan, avanza hacia la cocina sin mirar atrás. Le reclamaría, pero no tengo fuerzas, ya no importa nada.
Las lagrimas retoman fuerza y caen con rapidez.
Me sujeto de la barandilla de las escaleras y subo despacio.
Entro en el cuarto de baño y dejo que el agua me empape, que saque toda la suciedad que siento. Los recuerdos pasan por mi mente y me dejo caer en el azulejo. Golpeo la pared una y otra vez tratando de volver de esta maldita pesadilla.
Me recuesto en la cama y trato de dormir para olvidar todo lo sucedido.
Me siento una cobarde que trata de negarse a enfrentar su realidad. Después de todo, esto terminará destruyendome.
Mis párpados se cierran con mis mejillas empapadas de lágrimas, y por momentos tengo calma.
Abro los ojos acostumbrándome al sol que traspasa la ventana. De repente todo sentimiento de vacio, de tristeza y de destrucción se vuelve a instalar.
Noto unas manos rodeandome.
—estaré aquí ¿entiendes?, no estás sola mi pequeña, prometo ser valiente por ti.—su voz cálida me hace sentir bien. sonrio débilmente..
Empieza a tararear una canción que antes me cantaba de niña.
Hace tanto tiempo anhelaba que me susurrara una canción. Hace tiempo que anhelaba esas palabras, tanto que ahora ya no tienen sentido, no cuando ya ha elegido a Sebastián, no cuando sus acciones dicen lo contrario.
Al poco tiempo me quedo nuevamente dormida.
Creo que ahora prefiero desvanecerme en un sueño profundo.
■■■■
Pasan los días y me encierro en mi mundo de dolor.
No he comido bien, no he hablado con nadie y he dejado de asistir al instituto. 
Mi habitación prevalece fria y sin vida. Así como yo.
No hay colores, no hay sonrisas, no hay esperanzas, no hay positivismo, no hay nada.
Miro por la ventana la lluvia. Sin poder evitarlo lagrimas salen sin control.
Cuando noto las manitas que reconozco trato de recomponerme.
Debo ser fuerte.
Debo ser maldita mente fuerte.
Pero ya no lo soy.
—¿qué tienes helmanita?.—sus ojos verdes me miran con curiosidad
Sin querer las lagrimas retoman fuerza. No puedo controlarme ¡maldita sea!
—sabes te quiero mucho mi pequeño angelito.—sonríe.—así que siempre puedes confiar en mi ¿entiendes?.—asiente.
Mis sollozos se escuchan por toda la habitación. Volteo mi mirada, pero las manos de Ángel me detienen.
—también puedes confial en mi helmanita.—termino de romper en llanto.—¿polque llolas?
Empiezo a tartamudear.
—son lagrimas porque me he caído y me ha dolido.—miento.
El asiente un poco confundido.
—entonces te abrazle para que ya no te duela ¿dónde te golpeaste?
Sonrio débilmente.
—en mi cabeza.
Sus bracitos dejan de rodearme para que ambas manos me empiecen a sobar con delicadeza mi cabeza.
—¿ya no te duele?.—me pregunta con curiosidad.
—ya no.—miento. Mi corazón está hecho añicos. Y el dolor no desaparecerá.
Él sonrie muy complacido con mi respuesta.

Por la noche vemos una película juntos, él se queda dormido al poco tiempo. Salgo de su habitación.
Tiro el tercer  cigarrillo que no alivia mi dolor. Que ilógico de mi parte.
Sin pensarlo arranco la moto. ¿A qué he llegado?.
Se la respuesta pero la decepción se instala en mi. Ya no soy la misma. Ya no soy la chica que piensa con racionalidad, que piensa por el bien de si misma.
Estacionó frente al  viejo edificio. Entro con rapidez y el  olor a tabaco y a alcohol es lo primero que percibo. El gentío de personas bailando y otros drogandose en algún rincón. Las luces de colores ciegan mi vista y no doy con mi búsqueda.
Camino por varios minutos hasta que visualizo ese cabello azulado, esta en una mesa del fondo y tan solo como siempre. Avanzo más y me posiciono frente a Diego, un viejo amigo.
—¿qué tal?, tanto tiempo sin vernos.— me siento en el pequeño banco y agarro el vaso de alcohol. Me lo tomo de un trago y esa amargues me hace entrecerrar los ojos.
—eh.—me mira con desconcierto.—se puede saber que tienes, tú nunca tomas.
Levanto mis ojos para ver los suyos color esmeralda. Veo que ha adelgazado un poco más y su cara se ha demacrado.  
El amor puede destruirte cuando te enamoras de la persona incorrecta. Diego es prueba de ello, paso de ser un gran hombre de negocios a alguien perdido en la miseria por culpa de una mujer llena de ambición y que le arrebató todo.
Él se ha perdido y se ha refugiado en el alcohol y drogas.
—necesito drogas, las necesito urgentemente—sus ojos se agrandan. Cojo la botella de alcohol y me sirvo. Es irónico que antes yo le  aconsejaba salir de sus vicios y ahora yo soy quien pido le  drogas.
—¿pero qué mierda dices Tracy?.—me mira fijamente buscando en mis ojos que esto sea una broma. Pero mis ojos inexpresivos le dan la respuesta, estoy hablando muy enserio.
Estoy por tomar el vaso de alcohol pero Diego me arrebata el vaso. Lo fulminó con la mirada.
— hoy no estoy de bromas ¿no me las darás?.—niega con un atibismo de preocupación.
Me levanto enojada, le arrebató el vaso  y la tiró, la bebida  termina estrellándose en el piso.
—entonces tendré que conseguirlas por otro lado.—contesto.
—espera...—sonrio triunfante. Sabia que el si me las daría.

Todo se va al carajo cuando inhalo la droga.
Por instantes no hay dolor.
Ahora lo reconozco....no soy tan fuerte.
Todo gira a mi alrededor y siento paz.
Diego me sigue mirando con preocupación.
—¿qué me ves?—le pregunto riendo.—agarra el rollo.—le rodeo el cuello con mi brazo izquierdo.
No recibo una respuesta de su parte.
Que amargado.
Y ahora yo tan feliz.
Por el resto de la noche sigo sumida bajo los efectos de las drogas, he bailado, he tomado y solo eso. Ya que Diego me sigue cuidando.

■■■■
Me miro en el espejo pero de inmediato apartó la mirada, siento un asco en mi.
Acomodo la sudadera y pongo mi capucha. No quiero ir al instituto, no quiero salir, pero de alguna manera tengo que hacerlo porque Susan me ha obligado.

Porqué la vida sigue, así de cruel es, no importa la situación en la que te encuentres, no importa lo que sientas, el tiempo, los días, el mundo sigue avanzando y no se detendrá por ti.
Coloco mis audífonos y empiezo a caminar de prisa por las calles. Al llegar miro a todos a mi alrededor, agacho la mirada y cruzo los pasillos.
De repente visualizo al par de violadores y mi respiración se agita, me escondo de inmediato, pero no fui tan rápida ya que me han visto.
Veo esos ojos color miel clavados en mi.
—¡hey!—el violador principal me habla.
Salgo corriendo del pasillo.—espera..
Entro al aula de cálculo y me escondo en la última banca, escondo mi cabello.
Tan solo quiero ser invisible, tan solo quiero dejar de existir  e irme tan lejos de aquí.
En medio de la clase no puedo aguantar y dejo que las lagrimas resbalen con fuerza.
Me recuesto para tratar de ocultar que me estoy derrumbando.
De repente siento la presencia de alguien a mi lado.
—oye ¿estás bien?.—escucho la voz de Melany.
La ignoro, no quiero que nadie me vea en este estado.
De repente ella me toca y de inmediato me aparto. Todo a mi alrededor se nubla, siento mi cabeza girar, escucho las risas de todos los estudiantes. Y ahora me percato de que estoy en el suelo.
Las risas hacen eco en mis oidos, me siento perdida, humillada, fuera de lugar., salgo corriendo del aula sin importar los gritos del profesor.
Me encierro en un baño y trato de controlar mi respiración.
Uno, dos, tres.... todo estará bien.
De nuevo soy un mar de lágrimas en silencio. Sin poder evitarlo abro mi mochila y saco aquel polvo blanco que ha sido mi alivio.

¿QUIEN ESTA LLORANDO?, APARTE DE MI, QUE SOY UN MAR DE LAGRIMAS.🤧😭🥺.
NO, MI PELIRROJA.

El valor de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora