TRACY BYRNE.
Entro a la casa con rapidez, lo primero que veo es a mi madre tirada en el piso con sangre un poco seca a su alrededor.
Me agacho de inmediato y la ayudó a levantarse.
—¿ya se fue?.—le pregunto a Susan. Refiriéndome al maltratador de Sebastián.
—si, hace rato ha salido.—su voz apenas es audible.
—¿porqué lo hizo?.—la ayudo a recostarse en el sillón.
—porque no estuvo a tiempo la comida.—
—eso no es una excusa para golpearte.—aprieto mis puños queriendo desaparecerlo. Mi odio crecia cada vez más por Sebastián.
—tracy....
—espera..
Debo tranquilizarme, no quiero ni debo estallar contra mi madre.
La dejo sola y voy por el botiquín de primeros auxilios. Respiro varias veces y trato de mantener la mente fría y actuar con cordura.
Vuelvo a la sala y desinfecto sus heridas con el alcohol y agua oxigenada.
Admito que estoy cansada de toda esta situación.
Le unto las pomadas con cuidado.
—lo siento tracy, deberías estar en clases y en cambio estás ayudándome. Se supone que debería ser lo contrario. Yo deberia ser una mejor madre—la corto. Y evadió su mirada.
—lo importante es que estés bien.—sonrie y acaricia mi cabello con delicadeza. Su tacto hace que cierre mis ojos. Claro que hemos tenido peleas, pero aún así la quiero y momentos como estos son los que guardo en mi memoria y corazón.
—eres una buena hija. Siento no ser una buena madre para ti.— miro sus hermosos ojos verdes que se han cristalizado. Se levanta un poco del sillón.
Cuanto quisiera decirle que siempre la querré. Pero aquello se atasca en mi garganta, y me limito a abrazarla transmitiéndole que la entiendo, pero a veces duelen sus palabras y actos.
—dejemos de lado lo sentimental. Te ayudaré a recoger.—dicho eso me levanto del sillón.
Ayudo con la limpieza de la casa y voy por Ángel, mi pequeño hermanito de cinco años a su escuela.
Salgo de casa a las tres de la tarde y camino hacia mi trabajo.Me pongo el mandil y empiezo a realizar mi trabajo.
Voy de un lado para otro, permitiendome distraerme de esos pensamientos negativos, esos que si les haces caso, pueden destruirte.
Al acabar mi turno me dirijo a la pequeña cocina y me preparo una hamburguesa y regreso a sentarme en la barra.
—¿todo bien?.—la voz de Mary retumba en mis oídos.
Volteo y como siempre me brinda una de sus sonrisas tranquilizadoras.
Su cabello castaño cae en ligeras ondas y su piel bronceado se debe a que recientemente fue a la playa.
—si ya casi me voy, solo deja devoro esta apetitosa hamburguesa.—se sienta a lado mío.
—pues provechito.—asiento mientras doy otro mordisco.
Siento su mirada en mi rostro. Más especifico en mi mejilla.
—¿volvió a hacerlo?.—sé a lo que se refiere. A quien.
Asiento. De pronto el apetito desaparece.
Agacho la mirada. Con ella puedo demostrar cuanto me hace daño la situación.
Mary sujeta mi mentón con cuidado.
—nunca agaches la mirada por algo que sabes que no mereces cariño. Ya te dije mentón alto y postura recta.
—de nada sirve hacerlo, cuando frente a mi agresor hago todo lo contrario.—contesto en voz baja.
—déjame ayudarte. Me duele verte así cariño.—niego con la cabeza.
—sabes que tiene influencias, te aplastaria y cerraría y difamaria el negocio. Así que no. Además no te creyeron la vez que fuiste a hacer la denuncia.
—¡ese hijo de puta merece mucho sufrimiento!
—¡¡holaa! ¡pero miren quién tenemos aquí a la preciosa Tracy!.—alex aparece con toda la emoción del mundo. Úsual en él, que ve la vida con todo positivismo.
—eh hola Alex.—le regreso el saludo y le doy una sonrisa.
Él nota el tenso ambiente y de inmediato me sujeta con delicadeza para revisarme.
—¿el...?.—no dejo que termine.
Sus ojos son remplazados por furia, pero se tranquiliza cuando le dedico una mirada de <por favor no>. La vena de su cuello y frente vuelve a su sitio.
—si, pero mejor cambiemos de tema.
—los pares de ojos marrones de mary y Alex se miran entre sí, hasta volver a mirarme.
—esta bien.—dan por terminado el tema.
—¿adivina que?.—me pregunta Alex.
—no lo sé, no soy adivinadora.—digo con evidente sarcasmo. le doy la última mordida a la deliciosa hamburguesa.
El bufa y me mira con desaprobación.
—pasaré de alto tu comentario por hoy jovencita.—le saco la lengua y él me imita—pero volviendo al tema ¡¡hice pastel de elote!!, deja traerlo y me dirás que tal me quedo.—sale contento de la barra y se dirige a la cocina.
Mary y yo reímos.
—por eso lo adoro, acá entre nos, por eso lo amo, por sus deliciosos postres.—susurra Mary y yo río.
—te escuche muñeca.—alex trae el pastel y señala a Mary con la cabeza.— ya no te daré de mis deliciosos postres, ahora sé que me estas usando.—la acusa con una cuchara.
—yo nunca dije eso mi leon.—río por el cursi apodo de Alex.—ya sabes que te lo recompenso.—Alex le da una mirada cómplice.
Carraspeo mi garganta.
—vale, dejen de hablar de sus cochinadas de doble sentido frente a una puberta.
Los tres reimos.
Alex alza sus manos en señal de rendición.
—que tal sabe.—pruebo el pastel.
Tardo unos segundos en responder para hacerla de emoción.
—delicioso, como cualquier postre que preparas.—le guiño un ojo y el asiente orgulloso.
—lo sabía.■■■■
Camino tranquilamente por las calles. A pocas cuadras de mi casa visualizo a mi padre junto a una mujer rubia con una minifalda. La esta besando y toqueteando, un inmenso asco se produce en mi ser.
¿Cómo puede hacer eso en plena calle?
Muchos dicen que las personas pueden cambiar o debemos perdonarlas por las cosas malas que han hecho, pero de mi parte no puedo perdonar y puedo asegurar con firmeza que las personas malas siempre serán malas. Pocos cambian realmente.
Abro la puerta y me adentro a la cocina. Mi madre cocina alegremente. De algo estoy segura, ella es una muy buena concinera.
A diferencia mía que llego a quemar la cocina he incluso olvido cuando pongo algo en la estufa. Soy malísima.
—oh ya llegaste.—susan me hace señal de sentarme.—prueba lo que cocine.—noto el maquillaje que se ha puesto tratando de tapar los moretones.
Deja el plato frente a mi, ni por muy apetitoso que se vea puedo dejar de verla a ella.
Espero encontrar un hombre que me ame, respete y me valore. no quiero estar en la situación de mi madre.
—¿porqué elegiste a Sebastián?.—ella posa su mirada en mi.
Se sienta frente a mi.
—antes era otra época diferente, tus abuelos tenían esos pensamientos machistas, así que no me quedo otra opción que juntarme con tu padre.
—¿y porqué no lo dejaste?.
—como podría hacerlo, cuando tengo dos hijos, yo sola no podría mantenerlos.
—¿porqué no intentaste salir de ese entorno machista y no dejar que pasáramos por lo mismo?
—¡Tracy!, no continúes, solo come. hoy no peleemos por favor.—exclama.
—esta bien.—pruebo la comida.— delicioso, como todo lo que cocinas.
Ella sonrie satisfecha.
Aún recuerdo cuando de pequeña me aferraba a mi madre, me acuerdo que solíamos platicar agusto., pero conforme crecí me fui alejando de ella, por la simple razón de que pensaba que ella tenía la culpa de toda esta situación, de dejarse manipular por Sebastián.
Y de ahí en adelante todo cambió entre nosotras, mi casa ya no era mi refugio.
Ella ya no era mi lugar seguro y por eso prefiero mi soledad.
—¿vemos una película?.—me pregunta Susan.—asiento con la cabeza.
Una vez terminó de comer me dirijo a la habitación de Ángel.
Abro la puerta y lo miro jugando con sus carritos. Una vez se da cuenta de mi presencia viene corriendo hacia mi.
—helmanita ¡llegaste!—lo abrazo.
—si, ya llegue pequeño. Bajemos a ver una película ¿te parece?.
—¡sii!—chilla de emoción. Toma mi mano y salimos de su habitación.—veamos una de supelhéloes.
Sonrio a modo de respuesta.
Una vez llegamos a la sala, Susan nos reparte nuestras palomitas y nos sentamos en el sofá.
Me da alivio saber que Sebastián elige el turno de la noche, así casi no lo veo.
Ángel da saltitos cuando la película de Spiderman empieza a reproducirse.
ESTÁS LEYENDO
El valor de la felicidad
Short StoryÉl tenía una vida estable y podemos definirlo como un chico feliz. Ella tenia la vida hecha un caos... Eran de dos mundos diferentes, pero de alguna manera encajaron en un perfecto escrito de dolor y felicidad. Tracy "todos me juzgan ¿pero quién se...