OO1; Hēi Láng - 黑狼

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— ¿Y eso cómo te hace sentir? — Le pregunto, ajustando mis gafas y escucho la risita irónica escapando de su boca. — ¿Te parece divertido? — Mi voz profunda y varonil provoca que los bellos de sus brazos se pongan como escarpias.

— Me siento en una de tus sesiones. — Se burla, pero con todo y eso, está sujetando su labio inferior con los dientes.

— Es una sesión. — Le digo, pero bufa asépticamente ante mi comentario. — ¿No es así?

— Es una ayuda.

— Claro que lo es. — Me rió.

Su cuerpo está desnudo por completo y sus ojos no apartan la vista de mí. Sus manos están sujetadas por las esposas metálicas y sus muñecas están por encima de su cabeza. Escucho el gemido que escapa de su boca cuando las tiras vibratorias comienzan otra vez su labor.

Están dentro mientras yo observo los reflejos de su cuerpo ante el ritmo que he elegido. Su cuerpo se pierde en espasmos lentos, suspiros pausados. Sus dedos aferrados a las sabanas mientras sus caderas buscan algún tipo de fricción. Sonrió y sacó del cajón la bolsa aterciopelada que oculta el objeto morado, destapo el lubricante de agua y lo empapó.

Sus piernas se abren por completo, mostrándome absolutamente todo de sí. Con movimientos lentos —los adecuados— empujo el dildo dentro de su interior sin retirar las tiras vibratorias.

Su espalda se arquea cuando lo enciendo, y el ritmo intermitente de las tiras y el vibrador le hacen perder la razón. Su sensibilidad es increíble, sé perfectamente que la estoy llevando al punto crítico, intentaba relajar los hombros; su respiración era pausada mientras y de pronto irregular, todo su cuerpo está empapado de sudor y entonces, el vaivén del dildo aumenta, pareciendo un columpio para caer de lleno en el interior húmedo. La intención era la visión, pero no es algo que me provoque.

Sintió su cuerpo tensarse por completo mientras me doy a la tarea de llevarla hasta el punto sin retorno, aquel en caída libre. Está gimiendo sin control, desesperada por atraparme, pero yo se lo prohíbo. Está a punto de lograrlo y, sin embargo, me detengo sin contemplaciones. El sonido característico de mi celular está martillando toda la sala de estar. Me lanza una mirada fulminante cargada de odio y yo me río.

Me pongo de pie en su salto, aún contra los bufidos molestos y exasperados de la persona a la que abandono a mitad del orgasmo, alcanzo la pequeña llave para retirar rápidamente las esposas y tomo mi teléfono. Contesto sin girar mi vista; deberá terminar por sí sola.

Deslizo su pulgar sobre la sensible pantalla de mi celular, aceptando la llamada.

— Diga.

— ¿Doctor Hēi Láng? (黑狼 [Lobo negro]) Disculpe la hora. — La voz nerviosa era notoria.

— No bromees conmigo. — Advierto al reconocer la voz. — Sabes que lo soy, no me llames doctor — espetó. — No pasa nada.

— Bien, será mucho más fácil. — Su actuación de tres pesos terminó. Y mi ceja inquisitiva se levantó. — Quisiera saber si puedo tener una consulta urgente. ¿Ahora? — Me cuestiona.

Suspiro y entonces giró la cabeza para ver la mirada desaprobatoria de la mujer, a la que dejó a medio orgasmo, mientras me encogía de hombros en señal de disculpa.

— ¿Llamada o consultorio? — inquiero.

Los labios de la mujer se abrieron a punto de decir algo, pero rápidamente se arrepintió, apenas teniendo una bocanada de aire. Tenía los objetos a pilas apagadas. ¿Tenía caso reclamarle? Abrumada, se dejó ser en el sofá marrón; el orgasmo se disipó sin concretarse y buscarlo ahora sería una pérdida de tiempo.

╰┈ 𝐂𝐎𝐃𝐄𝐖𝐎𝐑𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora