Alegría

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Gojo entró sin tocar a la morgue con un nuevo uniforme quirúrgico y un ramo de rosas blancas ignorando el hecho de que Ieiri estaba ocupada atendiendo un cuerpo recién ingresado.

—¡Shoko! ¡Mi preciosa y hermosa Shoko! –él dejó las cosas en el escritorio de la chica y se acercó hasta ella por la espalda para abrazarla y voltear un poco la cara de ella para plantarle un beso en su mejilla derecha —¿Cómo está la hechicera más hermosa, inteligente y la mejor doctora de mundo?

—Aun no terminó mi tesis así que aún no soy un médico, ¿qué carajo quieres Gojo? –ella volteó de malhumor, con las ojeras más marcadas -si es que eso era físicamente posible- y con su cabello revuelto —y no empieces con que necesitas ayuda para cuidar de Megumi o Tsumiki, porque esos niños son tu responsabilidad.

Habían pasado dos años desde que Satoru había tomado bajo su 'ala protectora' a los hermanos Fushiguro, desde que no sabían nada de su querido amigo Geto, desde que ocurrió el incidente con el recipiente de plasma de Tengen y- Bueno, mucho había cambiado.

—¡Por favor! Solo por esta noche –pidió él arrojando los regalos de Shoko a la fría camilla a un lado de él —solo un par de horas mientras que yo atiendo una misión en el centro ¿por fi?

—Gojo, estás loco, no –ella se safo del abrazo —tu y yo sabemos que tardarás más de lo que dices y cuando llegas, lo haces todo ebrio y quieres tener sexo aun cuando los niños están frente a nosotros. Olvídalo.

—¡Pero te encanta tener sexo! ¡Es delicioso y muy divertido!

—Lo es cuando estas segura que no traumaras a dos niños -de por si ya bien traumados- y estas sola con la persona en el maldito lugar. Entiéndelo idiota, no es no –ella se volteó para enfrentarlo cara a cara —y deja de tocarme los pechos, que con eso no me vas a convencer y lárgate antes de que te mande a volar con mi Energía Inversa.

Ieiri estaba bastante cansada por cómo los malditos finales la estaban tratando; trabajos, exámenes, clases, prácticas, teoría, trabajos en equipo con inútiles, ser hechicera y ser la más joven en graduarse de su generación la tenían hecha un maldito manojo de nervios y estrés...- tanto así que ya ni disfrutaba de los cortos momentos que pasaba con Gojo o los obsequios que él le daba. Y siendo una persona bastante materialista, eso sorprendía a la misma Shoko.
Algo que también cambio mucho en Ieiri era el hecho de que, por mucho que quisiera a esos mocosos que al principio la volvían loca, quería a Gojo incluso cuando la llamaba enmedio de la madrugada porque Megumi había olvidado comprar una cartulina o Tsumiki que tenía su periodo y no había ni toallas o tampones cerca porque al idiota de Gojo se le había olvidado comprarlas al hacer el súper, y obvio, ella siempre iba en el rescate de los tres... ahora ya no pasaba tiempo con ellos y eso, si se ponía a pensar, la hacía sentir triste.

—Mierda, deja de verme así estúpido –pidió agresiva al sentir la penetrante mirada de Gojo en su espalda —y mas te vale irte ya o te juro que yo- –pero al darse la vuelta, ella se encontró con un Satoru sin sus lentes oscuros, viéndola serio -algo impropio de él- y esto hizo que un escalofrío le recorriera la espalda a la chica.

—Vendrás a mi casa a las 8 en punto y me vale madre tu opinión y si no vas soy capaz de tirar abajo todo tu edificio con tal de sacarte de ahí.

Él se dio la vuelta y salió de la morgue, sin darle tiempo a Ieiri de pensar las cosas.

|...|

Había salido al fin de la enfermería, los de nuevo ingreso la tenían tan estresada y de malhumor que estuvo tan tentada de quedarse a dormir en aquellas incómodas camillas e incluso arriesgarse a que el estúpido de Kento la encontrará y la llevará con Yaga para reprenderla.
Pero conocía lo suficiente a Satoru y sabía que no descansaría hasta encontrarla y arrastrarla a su hogar para hacer quien sabe qué cosas.

Llegó a un residencial tan hermoso, ubicado en un punto muy lujoso de todo Japón. Al bajar del taxi camino para adentrarse al fraccionamiento privado donde ahora vivían Gojo y los Fushiguro.

Un par de calles después y dos casas de distancia del borde del fraccionamiento, Shoko se acercó al portón de una casa enorme de color blanco. Toco el timbre dos veces y luego se retiró  unos pasos para atrás al ver como una cabellera castaña le abría y corría a sus brazos para darle la bienvenida.

—¡Ieiri-sama! –la saludó contra su pecho la joven —pensé que no vendría.

—Ya te he dicho que me digas Shoko a secas –la regaño envolviéndola en un abrazo inconsciente —¿Dónde está Gojo?- –un ruido la hizo abrir los ojos y soltar a la menor —¿porqué huele tan mal?- oh mierda, ¿eso es fuego? –la mujer corrió hasta dentro de la casa con la niña detrás de ella y ambas se adentraron a la cocina para encontrarse con la escena más catastrófica siquiera pensada.

Satoru estaba bañado en quien sabe que rayos gritando como el exagerado que era, tenía un zapato pequeño en la mano izquierda y una espátula derretida en la otra, parecía tener un pepino en el bolso del mandil y una berenjena en el bolsillo del pantalón; Megumi estaba lleno de harina, tenía el cabello revuelto, salsa de tomate en sus ropas y en el cabello, estaba descalzo y estaba usando un paraguas para apagar las llamas que salían del sartén y del horno.

—¡MEGUMI! –gritó Shoko cuando de un momento a otro el maldito paraguas se prendió en llamas. El caos de los gritos y el llanto de Tsumiki hicieron reaccionar a la mujer, que sin perder tiempo se lanzó hasta Megumi y le quitó el paraguas para después aventarlo al lavabo —¡SATORU LA LLAVE! –le ordenó, pero antes de que siquiera pudiera acercarse, les llovió -literal- porque los detectores de humo al fin hicieron su trabajo —que linda bienvenida Satoru...

Luego de que Shoko tomara a ambos menores y los metiera a bañar en el baño del piso superior, ella se adentró a la habitación de su amigo y tomó dos camisetas del cajón donde él normalmente las tenía, un short tipo licra del siguiente cajón y un pantalón deportivo que encontró colgado del closet.
Bajo las escaleras con una toalla en la mano y otra en su cabeza y ya sin su saco ni sus zapatos.
Con extrañeza vio a Satoru sentado en el sillón únicamente con sus bóxers puestos en un insólito y absoluto silencio, algo raro en él.

—Oye tonto –le llamo aventando la toalla seca a la cara del albino mientras tomaba asiento a un lado y dejaba la muda nueva de ropa en el mismo. Shoko comenzó a quitarse la blusa rosa pastel con la que había llegado y el brassiere para ponerse la camiseta que Yaga y Panda le habían regalado a Satoru en su cumpleaños 17 que tenía el cuerpo de un hombre muy fornido, simulando que ese era su cuerpo —estas demasiado callado, es mala señal –Ieiri acercó su bolsa de mano y comenzó a buscar la cajetilla de cigarros junto con el encendedor que recién había comprado.

—No fumes en mi casa –le espetó triste sin voltear a verla.

—¿Qué tienes Satoru? –Gojo solo le gruñó, dejándose caer a un lado, arrastrándose como gusano y subiendo su cabeza hasta las piernas desnudas de la castaña —¿Qué te ocurre? ¿Estas enfermo? ¿Tienes cáncer Andy? –se burló ella acariciando el cabello de su nuca.

—... haz estado muy presionada por todo Shoko –se volteó por fin, viendo su estómago y abrazándola en la misma posición en la que se encontraba —los niños y yo queríamos hacerte una cena y que te relajaras.

Ella no dijo nada, solo siguió con la caricia en el cabello de su amigo. La intención fue todo lo que bastó para que olvidara que su ropa, su cabello, sus zapatos e incluso sus preciados cigarros se habían mojado por completo debido a la estúpidez de un adulto sin supervisión de alguien responsable.

—Gracias Satoru –ella sonrió mientras se echaba para atrás —... ¿Que tal si pedimos una pizza y vemos Shrek? Podemos llamar a Tsumiki y a Megumi –sugirió Shoko, sintiendo como él levantaba la cabeza y con una sonrisa besaba su mejilla y la abrazaba con cariño. La chica sintió como el cabello mojado de Satoru se alejaba de sus piernas e iba corriendo hasta las escaleras.

—¡Suena delicioso! –le dijo apuntando a su dirección, luego volteó y grito con todo su ser —¡Mocosos, bajen!

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora